San Mercurio es uno de los «santos guerreros», tan populares en el Oriente. Está fuera de duda que murió realmente por la fe. Pero las diversas versiones de sus «actas» son simplemente novelas piadosas. Según ellas, Mercurio ira hijo de un oficial escita que se hallaba en Roma. Mercurio abrazó también la carrera militar, y llegó a tener el grado de «primicerius». Cuando los bárbaros amenazaron a Roma, el emperador Decio (249-251) quedó aterrado. Mercurio le alentó y se puso al mando de las tropas imperiales, armado de una espada que un ángel le había dado. Después de una gran victoria, Decio notó que Mercurio no asistía a la ceremonia de acción de gracias a los dioses y le mandó llamar. Al presentarse, Mercurio se despojó de la capa y el cinturón militar en presencia del emperador, diciendo: «No negaré a mi Señor Jesús». Decio, temeroso de herir la simpatía de los romanos por Mercurio, envió a éste a Cesarea de Capadocia para que fuese ahí torturado.
Según la leyenda oriental, 113 años más tarde, san Basilio invocó la ayuda de san Mercurio contra Juliano el Apóstata. Dios hizo entonces de san Mercurio el instrumento de su venganza, ya que el santo bajó del cielo blandiendo una espada y con ella dio muerte al infiel emperador. En Egipto se llama a san Mercurio «Abu Saifain» (Padre de las Espadas), en razón de sus proezas militares y del arma con que siempre se le representa. En dicho país hay muchas iglesias dedicadas a nuestro santo. Según se dice, san Mercurio se apareció en Antioquía a los soldados de la primera Cruzada, junto con san Jorge y san Demetrio.
El P. Delehaye estudió muy a fondo la leyenda de San Mercurio. En su obra, Les légendes grecques des saints militaires (1909), no sólo discute los incidentes narrados en ese relato tan poco fidedigno (pp. 91-101), sino que edita en un apéndice (pp. 234-258) los dos textos griegos de mayor interés. A lo que parece, la afirmación del peregrino Teodosio (c. 525) de que san Mercurio está sepultado en Cesarea, constituye el primer testimonio cierto acerca de la existencia del mártir. Dada la popularidad de que goza el santo en Egipto, nada tiene de extraño que su nombre figure en muchos sinaxarios etíopes. En la traducción de Sir E. Wallis Budge de dichos sinaxarios (4 vols., 1928), hay un índice muy completo, en el que se encuentran numerosas referencias a san Mercurio. Budge publicó también en Miscellaneous Coptic Textes (1915), una traducción de una pasión copta. Véase S. Binon, Essai sur le cycle de St Mercure (1937), y Documents grecs inédits relatifs... (1937).
Cuadro: San Mercurio abate al emperador Juliano el Apóstata, óleo anónimo del siglo XVIII en la iglesia de San Salvador, en Toro, Italia.