San Mennas era un soldado del ejército romano, originario de Egipto. Se hallaba en Cotyaeum de Frigia cuando estalló la persecución de Diocleciano. Inmediatamente, desertó del ejército y se refugió en las montañas, donde llevó una vida de oración y penitencia. En cierta ocasión en que se celebraban unos juegos en Cotyaeum, el santo salió de su retiro y se presentó en el circo, donde anunció a gritos que era cristiano. Al punto fue arrestado y conducido ante el presidente, el cual, después de mandarle golpear y atormentar, le condenó a morir decapitado. Los cristianos recobraron las reliquias del santo y las trasladaron a Egipto. Los milagros obrados en la tumba de San Mennas convirtieron pronto el sitio en centro de peregrinaciones. Su culto se difundió mucho en el Oriente. Con el tiempo, la leyenda fue deformando la historia, de suerte que San Mennas llegó a formar parte de los «santos militares». Naturalmente, se le atribuyeron los milagros más absurdos, uno de los cuales, según dice Tillemont, era «escandaloso en el más alto grado».
El P. Delehaye opina que lo único cierto sobre san Mennas es que era egipcio y que sufrió el martirio en su país natal. En honor del santo se construyeron iglesias en Cotyaeum y otros sitios, lo que dio origen a la creación de toda una serie de santos del mismo nombre relacionados con diferentes ciudades. El santuario más importante de san Mennas, donde descansaban sus reliquias, era el de Bumma (Karm Ahu-Mina), al sureste de Alejandría. Hasta la época de la invasión de los árabes (siglo VII), era el principal sitio de peregrinación. Mons. K. M. Kaufmann emprendió en 1905 unas excavaciones que pusieron al descubierto la basílica, el monasterio, las termas y otros edificios. Se encontraron entonces muchísimas huellas del antiguo culto popular del santo. Por ejemplo, había una gran cantidad de frascos marcados con la inscripción «Recuerdo de san Mennas», en los que se vendía el agua de una fuente cercana; ya antes se habían encontrado frascos del mismo tipo en Africa y Europa, pero hasta entonces se había supuesto que contenían «aceite de san Mennas» tomado de las lámparas del santuario. En 1943, el patriarca ortodoxo de Alejandría, Cristóbal II, escribió una encíclica en la que atribuía el que Egipto se hubiese salvado de la invasión, tras de la batalla de El Alamein, a las «oraciones que elevó a Dios el santo y glorioso mártir Mennas, taumaturgo de Egipto». El patriarca proponía que se reconstruyese el santuario de san Mennas, en las proximidades de El Alamein, como un monumento a los caídos.
Como en el caso de san Gregorio el Grande, se trata aquí de un mártir cuya existencia histórica no puede ponerse en duda, dado que desde antiguo se le tributaba culto local, y aun mundial, pero cuya verdadera historia se perdió y fue suplantada por la leyenda. Algún hagiógrafo inventó la leyenda primititva, que se fue transmitiendo a las siguientes generaciones con infinitas variaciones y fue traducida a numerosos idiomas orientales y occidentales. Existen tres familias diferentes de la versión griega de la pasión de san Mennas; pero los hechos sustanciales están tomados simplemente de la historia de otro mártir, cuyo nombre se sustituyó por el de Mennas. Dicho mártir es san Gordio, acerca de cuyo martirio san Basilio predicó un panegírico.
Historiadores como Krumbacher, Delehaye, P. Franchi de Cavalierí, K. M. Kaufmann, etc., han investigado mucho sobre san Mennas. El hecho más importante es el de las excavaciones llevadas a cabo en este siglo por Mons. Kaufmann en el sitio del antiguo santuario; el distinguido arqueólogo describió los resultados de sus investigaciones en su volumen in-folio: Die Menas-stadt und das Nationalheiligtum der altchristhlicen Aegypter (1910). El P. Delehaye ha escrito mucho sobre el tema; véase Analecta Bollandiana, vol. XXIX (1910), pp. 117-150; y vol. XLIII, pp. 46-49; Origines du culte des martyrs (1933), pp. 222-223 y passim; Les passions des martyrs et les genres littéraires, pp. 388-389. En la red hay un interesante sitio dedicado a san Menas, donde puede leerse, traducidas al inglés, cuatro versiones antiguas de la «Passio», junto con algunas fotografías de las pequeñas vasijas que menciona la noticia, así como aspectos del culto actual en la iglesia de Oriente.
Aunque la leyenda relaciona su martirio con la persecución de Dioclesiano, la fecha que el Martirologio actual pone para su muerte hace imposible que así sea, ya que para el 295 aun no había comenzado esa persecución; posiblemente en la memoria popular se ha mezclado la «gran persecución» con las depuraciones interiores al ejército, que eran más frecuentes.
La iconografía tradicionalmente lo representa junto a dos camellos, en alusión al oficio de camellero que -según una de las leyendas- desempeñaba antes que el de soldado. Mostramos dos imágenes, una de una de las «vasijas de san Menas» y otra de una figura del santo tallada en una «píxide» de marfil (cajita para llevar la Sagrada Hostia) alejandrina del siglo VI, que se encuentra en el Museo Británico.