Marcelino es celebrado como el primer obispo de Embrún, una pequeña ciudad en los Altos Alpes, en el sudeste de Francia. Fue un sacerdote africano que, junto a dos compañeros (Vicente y Domnino), evangelizo una amplia región de lo que hoy conocemos como el Delfinado. Marcelino hizo de Embrún la base de su labor misionera, y construyó un oratorio en un acantilado del lugar; éste fue reemplazado por una gran iglesia en la propia ciudad cuando creció el número de cristianos. San Gregorio de Tours, que murió en el 594, nos cuenta que incluso en sus días el agua que se utilizaba para llenar el bautisterio de esa iglesia tenía fuertes propiedades curativas.
Marcelino fue consagrado obispo por san Eusebio de Vercelli, y sufrió persecución a manos de los arrianos, que lo obligaron a esconderse en las montañas, adonde lo visitaban y aentaban sus fieles y clero. Murió el 13 de abril del 374, pero no fue enterrado sino hasta el día 20. Más tarde sus restos fueron trasladados a Puy, para evitar que fueran profanados por incursiones sarracenas, pero fueron destruidos en 1792, excepto su cabeza, que permaneció en Digne, donde Domnino tenía su base misionera.
La corta biografía de san Marcelino que se halla en Acta Sanctorum (abril, vol. II) es un documento antiguo y fidedigno. Ver Duchesne, Fastes Episcopaux, vol. I, pp. 290-291. Traducido para ETF de Butler, edición Burns, 1999, volumen 4 (Abril), pág. 138, excepto las referencias bibliográficas, que provienen de la edición 1964.