En la segunda mitad del siglo XI, gobernaban las islas Orkney (islas Orcadas del norte) dos hermanos, Pablo y Erlingo, que eran cristianos de nombre, como todos sus súbditos. Erlingo tenía dos hijos: Magno, nuestro santo, y Erlendo. El único hijo de Pablo era Haakon, joven tan ambicioso y pendenciero, que su padre tuvo que enviarle a la corte de Noruega para poner fin a sus intrigas. Pero el tiempo y la distancia no cambiaron el carácter de Haakon, quien logró que el rey Magno Descalzo equipase una flota para atacar las islas y costas de Escocia. La armada, a cuya cabeza iban el rey Magno y Haakon, se apoderó de las islas de Orkney. San Magno y su hermano Erlendo tuvieron que partir en los barcos a las Hébridas y después a las costas de Escocia y del Norte de Inglaterra.
Frente a Anglesey, los condes de Chester y Shewsbury, al mando de un numeroso ejército de galeses, presentaron batalla. San Magno se negó a tomar parte en ella, diciendo que no tenía derecho a hacer daño a quienes ningún daño le habían hecho. El rey le trató de cobarde y le mandó a la retaguardia, donde el santo se entretuvo recitando el salterio. Poco después, logró escapar a nado por el mar. En la corte del rey Malcolm III fue muy bien recibido. No sabemos exactamente si fue ahí o en la casa de un obispo que le dio albergue, donde Magno se arrepintió de los excesos de su juventud y empezó a llevar una vida de penitencia y oración, que no terminaría sino con la muerte. Después de la muerte del rey Magno Descalzo, quien pereció en una batalla contra los irlandeses, su hijo Sígurdo dio permiso a Haakon para volver a las islas Orkney, de las que quería ser amo y señor. Pero san Magno, cuyo hermano Erlando había también perecido, reunió un ejército y consiguió reinvindicar su derecho a compartir el gobierno con Haakon. Los dos primos se unían para combatir a los enemigos comunes, pero surgían entre ellos frecuentes disputas. Finalmente Haakon, cuyo espíritu altivo no podía soportar la presencia de un rival, invitó a Magno a ir con unos cuantos caballeros a la isla de Egilsay, con el pretexto de firmar una paz duradera. Magno acudió, sin sospechar la traición. Haakon, cuyos acompañantes eran mucho más numerosos que los de Magno, le asesinó, sin que el santo opusiese resistencia. San Magno fue sepultado en la catedral de Kirkwall (donde se descubrieron lo que se supone que son sus restos, en 1919). Hay muchas iglesias consagradas a San Magno, a quien se considera como mártir, a pesar de que su asesinato se debió a motivos más bien políticos que religiosos. Se dice que se apareció a Roberto Bruce la víspera de la batalla de Bannockburn y le prometió la victoria. Su fiesta se celebra todavía en la diócesis de Aberdeen.
Las fuentes sobre la historia de san Magno son mucho más fehacientes de lo que cabría esperar. La «legenda latina» del Breviario de Aberdeen, así como los himnos, etc., pueden verse en Acta Sanctorum, abril, vol. II. Sir G. W. Dansent (en el vol. II de Orkneyinga Saga, Rolls Series) publicó otra versión de la leyenda, tomada de un manuscrito diferente. La parte propiamente biográfica se basa en un antiguo texto islandés, acerca del cual dice el historiador Vigfusson: «Su estilo más elaborado y menos clásico no debe hacernos imaginar que fue escrito en una época tardía. Seguramente fue escrito cuando la muerte del santo conde estaba todavía viva en la memoria de sus contemporáneos y despertaba gran interés en ellos». Un tal Roberto amplió la narración con algunas adiciones; dicho autor era también originario de Orkney y parece haber escrito en 1136, veinte años después de la muerte de san Magno. Algunos fragmentos de la biografía retocada por Roberto fueron incorporados y traducidos en la Magnus Saga principal. El texto original y la traducción de las dos «sagas» se halla en los volúmenes de la Rolls Series citados arriba. Ver también G. Walker, St Magnus, Kirkwall (1926). J. Mooney publicó en 1935 un excelente estudio, con el título de St Magnus, Earl of Orkney; ver la obra del mismo autor The Cathedral and Royal Burgh of Kirkwall (2a. edic., 1947). Decreto de CC en ASS 31 (1898-99), pág 117.