El edicto de Septimio Severo, como cuenta Clemente Alejandrino, llenó Egipto de mártires; entre ellos Eusebio de Cesarea menciona a Leónidas, que habría sido degollado en el 204, dejando huérfanos a siete hijos, el mayor de los cuales, que habrá de ser el gran Orígenes, tenía apenas diecisiete años.
Al narrar después la vida de este último, el mismo historiador se detiene largamente en describir el cuidado con el cual Leónidas educó a su hijo en el estudio de la Sagrada Escritura -antes incluso que de las letras-, cómo agradecía a Dios el haber tenido un hijo tan precozmente interesado en estos estudios, cómo reconocía la mano de Dios en el niño, y de noche, cuando éste dormía, cómo se acercaba Leónidas a besar el pecho de su hijo como santuario del Espíritu Santo. Orígenes deseaba tanto el martirio, que su madre tuvo que esconderle la ropa para que no pudiera salir a la calle y entregarse, entonces el joven le escribió a su padre una carta de exhortación, de la que el propio Eusebio nos ha conservado un fragmento, donde le dice: «Guardáos bien, padre mío, de flaquear a causa de nosotros». Con la muerte de Leónidas los bienes de su casa fueron confiscados, y su familia quedó sumida en la mayor pobreza.
En la literatura hagiográfica griega el nombre de Leónidas, padre de Orígenes, aparece en medio de un grupo de diez mártires celebrados el 5 de junio, sin embargo las cosas que allí se cuentan del grupo parecen más fruto de la imaginación que del recuerdo histórico; el Martirologio Romano, en cambio, celebra a Leónidas el 22 de abril, ya que el Cardenal Baronio (organizador del Martirologio Romano en el s. XVI) creyó encontrar este nombre en el Martirologio Jeronimiano, aunque en realidad se trataba de Leónidas de Corinto, lo cierto es que finalmente quedó asignado a esta fecha, a falta de un conocimiento más preciso.
Traducido para ETF, con algunos cambios, de un artículo de Giovanni Lucchesi. Ver Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, libro IV.