Desarrolló su ministerio pastoral de obispo en la ciudad de Pavía, entre el 381 y el 397, y se cuenta entre los obispos que fueron nombrados por san Ambrosio de Milán, de cuya sede metropolitana dependía la de Pavía. En el año 381 estuvo presente en el sínodo de Aquilea, y en el 390 en el de Milán; el primer nombre escrito en la carta sinodal de este último al papa Siricio es el suyo; esta carta condenaba los errores de Joviniano (muerto hacia el 412), según los cuales para la salvación serían suficientes el bautismo y la fe, no contando en absoluto el valor de las obras.
San Ambrosio cita a san Jovencio en su obra «De oficiis» como valiente protagonista de una intervención en favor de una viuda para reivindicar unos bienes que le pertenecíam. El santo murió probablemente en febrero del 397, algunos meses antes que san Ambrosio. Fue sepultado en la iglesia de los santos Nazario y Celso, que por el culto dado con el tiempo al santo fue intitulada de San Evencio.
Su cuerpo se perdió durante algunos siglos, pero gracias a la inscripción en una lápida fue encontrado nuevamente en el 1574. En 1789, a causa del derribo de la iglesia, sus reliquias fueron trasladadas a la del Gesú, dentro mismo de Pavía. El Martirologio Romano anterior lo inscribía dos veces: esta misma fecha del 8 de febrero, y el 12 de septiembre, por confusión con otro Evencio, compañero de san Siro, que a su vez se duplicaba con el primer obispo de Pavía, que celebramos el 9 de diciembre. La nueva edición del Martirologio reorganizó estas memorias.
Traducido con algunos cambios de un artículo de Antonio Borrelli.