Habiendo profesado los votos religiosos en la Orden Premonstratense, en el convento de Cappenberg en Westfalia, su buen crédito le obtuvo el nombramiento de prepósito del convento de Jerichow en 1159. Era un sacerdote amable y activo, lleno de piedad y de espiritualidad.
En 1180 fue elegido obispo de Ratzburg, diócesis que venía siendo ocupada por religiosos de su Orden. Él no cambió el género de vida mortificado y austero que llevaba hasta entonces, sino que quiso llevar a cabo al mismo tiempo sus obligaciones como obispo y las del verdadero religioso. Cuando ya era obispo tuvo lugar la destrucción, por un pavoroso incendio, del convento de su Orden en Floreffe, junto a Namur. Isfrido tomó a su cargo restaurarlo y devolverlo a los religiosos. Su otra gran tarea fue la de continuar la evangelización de los vendos, que ya había comenzado su predecesor san Evermodo, y a la que él dedicó grandes energías. No le fue sencillo realizarla, pero tuvo ánimo para sortear las dificultades y proseguir una labor tan necesaria para la gloria de Dios y el bien de las almas.
Murió el 15 de junio de 1204 y fue tenido enseguida como santo. La Orden Premonstratense obtuvo del papa Benedicto XIII, en 1725, la aprobación del culto que se le venía dando.