A los cinco años de edad, Godofredo fue confiado al cuidado del abad de Mont-Saint-Quentin. Más tarde, el santo tomó el hábito y recibió la ordenación sacerdotal. Fue elegido abad del monasterio de Nogent, en Champagne. La comunidad constaba de una docena de monjes, y la disciplina monástica estaba en tan mal estado como los edificios. Bajo la dirección de san Godofredo, el monasterio empezó a prosperar. En vista de ese éxito, el arzobispo de Reims y su capítulo trataron de imponer al santo el gobierno de la gran abadía de san Remigio. Godofredo interrumpió las deliberaciones, citó con vehemencia varios cánones en contra y añadió: «¡No permita Dios que yo abandone a una esposa pobre para casarme con una rica!» Sin embargo, en 1104, fue elegido obispo de Amiens. Su residencia era verdaderamente digna de un discípulo de Cristo, pues Godofredo no olvidó nunca que era monje. En efecto, vivía muy modestamente: en cierta ocasión en que le pareció que su cocinero le trataba demasiado bien, fue a la cocina, tomó los mejores platillos y los repartió entre los pobres y los enfermos.
En el gobierno de la diócesis el santo era firme, severo e inflexiblemente justo. Un día de Navidad en que había ido a cantar la misa en presencia del conde de Artpis, en Saint-Omer, se negó a aceptar las dádivas de los nobles hasta que éstos aceptaron vestirse y vivir con mayor sencillez. San Godofredo obligó a la abadesa de San Miguel de Doullens a ir a pie a Amiens a recibir una reprimenda por haber tratado injustamente a una religiosa. Según se cuenta, el santo le mandó que buscase por toda la ciudad a la religiosa, a la que él había escondido en su propia casa. San Godofredo reclamó enérgicamente la jurisdicción sobre la abadía de Saint-Valéry. Lo que originó esa larga disputa fue que los monjes no quisieron que el obispo bendijese los manteles de los altares de su iglesia. San Godofredo tuvo que luchar mucho contra la simonía y en favor del celibato eclesiástico en su diócesis. Se cuenta que, por esa razón, una mujer intentó darle muerte. La energía del santo le hizo muy impopular entre las gentes de vida poco edificante; ello desalentó mucho a Godofredo, quien llegó a pensar en renunciar a su cargo y hacerse cartujo. Hay que reconocer que, en ciertos casos, era excesivamente severo. Por ejemplo, prohibió que se comiese carne los domingos de cuaresma. En noviembre de 1115, partió a tratar ciertos asuntos con su metropolitano; murió durante el viaje, en Soissons, donde fue sepultado.
Nuestra principal fuente de información es lo que Guiberto de Nogent cuenta sobre san Godofredo en su autobiografía. La biografía latina escrita por un monje de Soissons llamado Nicolás es mucho más detallada y no carece de valor en ciertos aspectos; pero el autor trata de exaltar a su biografiado y algunas de sus afirmaciones son ciertamente incorrectas. Nicolás escribió alrededor de 1138. A. Poncelet publicó en Acta Sanctorum, nov., vol. III, los principales pasajes de Guiberto y la biografía de Nicolás, con una luminosa introducción. Véase también A. de Colonne, Histoire de la ville d'Amiens (1899), vol. I, pp. 123-142; C. Brunei, en Le moyen üge, vol. XXII (1909), pp. 176-196; y J. Corblet, Hagiographie d'Amiens (1870), vol. II, pp. 373-445.