San Germán, que fue una de las glorias de Francia en el siglo VI, nació el año 496 cerca de Autun. Tras de recibir una esmerada educación, fue ordenado sacerdote por san Agripino, obispo de Autun [no listado en el MR]. Más tarde se le eligió abad de San Sinforiano, en los suburbios de Autun. Como se hallase casualmente en París cuando la sede quedó vacante, el rey Childeberto le nombró obispo de dicha diócesis. Ello no modificó, en lo absoluto, la vida de austeridad de san Germán, quien siguió vistiendo y comiendo con la misma sencillez que hasta entonces. Su casa estaba siempre llena de mendigos, a los que invitaba a su mesa. Con su ejemplo y elocuencia el santo convirtió a mejor vida a muchos pecadores endurecidos; entre éstos se contaba el rey, que vivía absorbido por los intereses materiales y acabó por transformarse en generoso bienhechor de los pobres y en fundador de monasterios. Cuando Childeberto cayó enfermo en su palacio de Celles, cerca de Mélun, San Germán fue a visitarle. Se cuenta que, enterado de que los médicos habían desahuciado al soberano, el santo pasó toda la noche en oración por él y, a la mañana siguiente, le devolvió la salud, imponiéndole las manos. Se dice también que el rey relató este milagro en un documento en el que, para manifestar su agradecimiento a Dios, cedía a la diócesis de París y a su obispo el territorio de Celles, en el que había ocurrido el milagro. Desgraciadamente, la autenticidad de dicho documento es muy dudosa.
Childeberto fundó en París una iglesia y un monasterio dedicados a la Santa Cruz y a San Vicente. San Germán consagró ambos edificios y construyó ahí mismo la capilla de San Sinforiano, en la que fue sepultado. Después de la muerte del santo, la iglesia tomó el nombre de Saint-Germain-des-Prés, y en ella recibieron sepultura varias generaciones de la familia real. San Germán se esforzó durante su gobierno por reprimir el libertinaje de los nobles y tuvo el valor de excomulgar al rey Chariberto por su conducta licenciosa. Durante las guerras fratricidas que dividieron a los sobrinos de Childeberto, el santo hizo cuanto pudo por mediar entre ellos y llegó hasta a escribir a la reina Brunequilda, con la esperanza de ganarla, junto con su marido, a la causa de la paz. Pero todos los esfuerzos del santo obispo resultaron infructuosos. Sen Germán murió el 28 de mayo del año 576, a los ochenta años de edad. Todo el pueblo le lloró, y el rey Chilperico compuso personalmente, según se dice, el epitafio del santo, en el que alababa las virtudes, los milagros y el celo del obispo por las almas.
A propósito de san Germán, conviene decir que las dos cartas sobre las costumbres litúrgicas, que se atribuían antiguamente al santo y que parecían ofrecer una descripción detallada y fidedigna de la liturgia "galicana" del siglo VI, datan de más de un siglo después, según se ha probado.
La principal fuente biográfica sobre san Germán es la vida escrita por su contemporáneo Venancio Fortunato, aunque deja mucho que desear, ya que consiste principalmente en un catálogo de milagros dudosos. Dicha obra ha sido editada muchas veces (por ejemplo, en Acta Sanctorum, mayo, vol. VI). Pero el texto más crítico es el de B. Krusch en MGH., Scriptores Merov., vol. vn (1920), pp. 337-428, que contiene un valioso prefacio, además de las notas y los documentos suplementarios. En el Kirchenlexikon y en DCB. hay muchos buenos artículos sobre san Germán. Acerca de las cartas sobre la liturgia, véase el convincente artículo de A. Wilmart, en DAC., vol. vi, ce. 1049-1102. En el mismo volumen II. Leclercq estudia muy a fondo la historia de Saint-Germain-des-Prés.