Geraldo nació en el seno de una noble familia el año 855. Una larga enfermedad le retuvo lejos del mundanal ruido mucho tiempo y, durante ese retiro forzado, adquirió el santo un gran amor por el estudio, la oración y la meditación, de tal suerte que después no encontró ya gusto alguno en la vida del mundo. A la muerte de sus padres, heredó el título de conde de Aurillac. Inmediatamente repartió entre los pobres la mayor parte de sus riquezas y empezó a vestirse en forma muy modesta, como correspondía a la vida austera y frugal que llevaba. Se levantaba todos los días a las dos de la mañana, aun cuando estuviese de viaje. Inmediatamente rezaba el oficio divino y después asistía a la misa. Dividía la jornada en forma muy estricta, de acuerdo con una distribución determinada, en la que la oración y la lectura espiritual ocupaban una buena parte.
San Geraldo hizo una peregrinación a Roma y al regreso erigió en Aurillac una iglesia consagrada a San Pedro y una abadía que pobló con monjes del monasterio de Vabres, en el sitio en que su padre había construido, anteriormente, una iglesia en honor de San Clemente. El santo pensó algún tiempo en tomar el hábito, pero el obispo de Cahors, san Gausberto, le aconsejó que se abstuviese, ya que en el mundo podía hacer más por el bien de sus vasallos y de sus vecinos.
El santo quedó ciego siete años antes de su muerte, ocurrida en Cézenac de Quercy el año 909. Fue sepultado en la abadía de Aurillac. San Geraldo fue contemporáneo de otro gran laico, el rey Alfredo de Inglaterra; más afortunado que el monarca anglosajón, san Geraldo tuvo por biógrafo, según parece, a san Odón de Cluny.
La biografía de este santo en Acta Sanctorum (oct., vol. VI) es una de las semblanzas más frescas y atractivas que nos quedan del período en que vivió. La cuestión del autor de la biografía del santo y la de las dos recensiones que existen, ha sido tratada en forma convincente por A. Poncelet, en Analecta Bollandiana, vol. XIV (1895), pp. 88-107.