No sabemos exactamente dónde nació san Filastro. Lo cierto es que abandonó su país natal, su herencia y la casa de sus padres, como Abraham, para cortar todos los lazos que le ataban al mundo. Viajó por varias provincias haciendo la guerra a los infieles y a los herejes, particularmente a los arrianos, cuyos errores se habían propagado por toda la Iglesia. Tan grandes eran el celo y la fe de Filastro, que se regocijaba, como el Apóstol, de sufrir por la verdad y de llevar en su cuerpo las marcas de los terribles latigazos que había recibido por afirmar la divinidad de Jesucristo. En Milán se opuso vigorosamente al arriano Auxencio, quien estaba tratando de acabar con la Iglesia en aquella diócesis. Igualmente predicó y discutió con los herejes en Roma. Después se trasladó a Brescia, donde fue elegido obispo y cumplió sus deberes pastorales con un celo inmenso. Alban Butler dice que Filastro no igualaba en ciencia a San Ambrosio y San Agustín, sus contemporáneos, pero lo compensaba abundantemente con el ejemplo de su vida, con su espíritu de humildad y piedad y con su entrega infatigable a sus deberes pastorales. San Filastro demostró claramente que un hombre de cualidades normales es capaz de obrar maravillas cuando posee una gran virtud.
Para defender a sus fieles contra los errores en materia de fe, Filastro escribió el «Catálogo de Herejías». En dicha obra no toma la palabra «herejía» en su sentido teológico estricto, ya que incluye entre las herejías algunas opiniones simplemente discutibles y llega hasta a llamar «herejes» a los que dan a los días de la semana sus nombres paganos (esta extensión tan amplia del término hereje era bastante común en la antigüedad). La obra carece de valor en sí misma, pero es interesante por la luz que arroja sobre las obras de otros escritores de la época, como por ejemplo, la de san Hipólito. En su panegírico de san Filastro, san Gaudencio alabó su modestia y su trato apacible y bondadoso. La liberalidad de san Filastro no alcanzaba sólo a los pobres, sino que se extendía también a los comerciantes y negociantes para que pudiesen ensanchar sus empresas. San Agustín conoció a san Filastro en Milán, junto con san Ambrosio, hacia el año 384. san Filastro murió antes que su metropolitano, san Ambrosio, el cual nombró a san Gaudencio para sucederle en la sede de Brescia.
Ver Acta Sanctorum, julio, vol. IV. Los escasos datos que poseemos sobre san Filastro provienen en gran parte del panegírico de san Gaudencio, cuya autenticidad ha sido puesta en duda; pero Knappe y Poncelet la defendieron victoriosamente. Cf. Analecta Bollandiana, vol. XXVIII (1909), p. 224; y Bardenhewer, Patrologie, n. 89.
Cuadro de Ponziano Lovarini da Bergamo - 1881, en el pueblo de Ludriano, del que el santo es patrono principal.