El culto de san Estanislao está muy extendido en Polonia, sobre todo en la sede episcopal de Cracovia, donde se le honra como patrono principal y se conservan sus reliquias en la catedral. La biografía que escribió el historiador Juan Dlugosz, tutor de san Casimiro, unos cuatrocientos años después de la muerte de san Estanislao, parece ser una compilación de diferentes documentos antiguos y tradiciones orales, hecha con poco espíritu crítico, pues contiene varias afirmaciones contradictorias y muchos datos claramente legendarios. Estanislao Szczepanowski nació el 26 de julio del año 1030, en Szczepanow. Sus padres, que eran nobles, habían vivido muchos años sin hijos, hasta que el cielo les concedió a Estanislao, en respuesta a sus oraciones. Consagraron a su hijo a Díos desde el día de su nacimiento y fomentaron ardientemente la piedad que Estanislao mostró desde niño. El joven se educó primero en Gnesen y después «en la Universidad de París»; pero este último dato es legendario, ya que la Universidad de París no existía todavía. Fue ordenado sacerdote por Lamberto Zula, obispo de Cracovia, quien le hizo canónigo de la catedral y más tarde le nombró predicador y archidiácono suyo. La elocuencia y el ejemplo del joven sacerdote produjeron grandes frutos de reforma de costumbres entre sus penitentes, así clérigos como laicos. El obispo Lamberto intentó cederle el gobierno de la sede, pero san Estanislao se negó a ello. Sin embargo, a la muerte de Lamberto, las súplicas del pueblo y una orden del papa Alejandro II le obligaron a aceptar la sucesión y fue consagrado obispo en 1072. Fue un celoso apóstol, infatigable en la predicación, estricto en el mantenimiento de la disciplina y muy cumplido en las visitas pastorales. Los pobres invadían constantemente la casa del santo obispo, quien tenía una lista de las viudas y de los necesitados, para socorrerles constantemente.
En aquella época, gobernaba Polonia el rey Boleslao II, monarca de grandes cualidades, pero extremadamente disoluto y cruel. San Estanislao era el único que se atrevía a enfrentarse al tirano y reprocharle el escándalo que daba. Al principio, el rey trató de defenderse, pero finalmente dio ciertas señales de arrepentimiento. Sin embargo, pronto olvidó los reproches del obispo y cayó nuevamente en las mismas faltas. Sus actos de vandalismo y sus injusticias políticas le hicieron chocar repetidas veces con san Estanislao. Pero la indignación pública llegó al colmo, cuando Boleslao cometió uno de los actos más viles de su vida. La esposa de uno de los nobles era extraordinariamente bella. Boleslao se dejó llevar por la pasión y trató de conquistarla; como la fiel esposa le respondiese con el desprecio, el rey mandó raptarla y llevarla a su palacio. Los nobles polacos convocaron al arzobispo de Gnesen y a los prelados de la corte para que amonestasen al monarca; pero el miedo les impidió enfrentarse con el rey y el pueblo los acusó de connivencia con Boleslao. Cuando los nobles acudieron a san Estanislao, éste se presentó valientemente ante el rey y le echó en cara su pecado; terminó su exhortación diciéndole que, si persistía en su crimen, la Iglesia fulminaría contra él la pena de excomunión. Esta amenaza enfureció al monarca, quien declaró que una persona que se atrevía a hablar en esos términos a su soberano, debía ser más bien pastor de puercos que de almas y puso fin a la entrevista amenazando a san Estanislao. La primera arma que empleó contra él fue la calumnia. San Estanislao había comprado unas tierras para la Iglesia a un tal Pedro, quien murió poco después de la transacción. El rey hizo correr la voz de que los sobrinos de Pedro podían recobrar las tierras, porque el obispo no las había pagado. Cuando el caso fue llevado ante el rey, éste no quiso oír a los testigos de la defensa. La sentencia condenatoria parecía inevitable, cuando el santo obispo invocó al muerto, quien apareció vestido con las mismas ropas con que fue enterrado y dio testimonio en su favor. La leyenda, de dudosa veracidad y que se cuenta también de otros santos, añade que el hecho no convirtió al rey, cuya ferocidad no hizo sino aumentar con los años.
Al ver que todos los medios resultaban inútiles, san Estanislao excomulgó al monarca. El tirano, haciendo caso omiso, se presentó en la catedral de Cracovia; pero el obispo mandó interrumpir los oficios. Furioso, el rey se dirigió a la capillita de San Miguel, en las afueras de la ciudad, donde el santo estaba celebrando la misa, y mandó a sus guardias que entrasen a asesinarle; pero éstos volvieron a decir a Boleslao que el santo estaba rodeado por una luz misteriosa que les impedía darle muerte. Echándoles en cara su cobardía, el monarca entró en la capilla y mató con su propia mano al santo. Los guardias se encargaron de despedazar el cadáver y de esparcir los restos para que las fieras los devorasen. Según la leyenda, las águilas protegieron los restos del santo, hasta que, tres días más tarde, los canónigos los recogieron y les dieron sepultura frente a la capilla de San Miguel.
Hasta aquí no hemos hecho sino resumir la versión más conocida del martirio de san Estanislao. La obra crítica que publicó en 1904 el profesor Wojchiechowski, fue muy discutida en Polonia. Dicho autor sostenía que san Estanislao era reo de traición, pues había tratado de deponer al monarca, y que por ello había sido condenado a muerte. El profesor Miodonski y otros historiadores respondieron vigorosamente a estas acusaciones. Sin embargo, está fuera de duda que en el asesinato de san Estanislao intervinieron las consideraciones políticas, aunque se trata de un punto extremadamente oscuro. Es falso que el asesinato de san Estanislao haya provocado un levantamiento que arrojó del trono a Boleslao, aunque ciertamente apresuró su caída. El papa san Gregorio lanzó el entredicho contra Polonia. San Estanislao fue canonizado casi dos siglos más tarde, en 1253, por el papa Inocencio IV.
La larga biografía de san Estanislao escrita por Juan Dlugosz se halla en Acta Sanctorum, mayo, vol. II. Más tarde se descubrieron dos biografías más breves y más antiguas. Cf. Poncelet, Biblioteca Hagiográfica Latina, nn. 7832-7842. Sobre la reacción del papa San Gregorio VII, ver Gfrörer, Kirchengeschichte, vol. vil, p. 557 ss. Cf. igualmente la Cambridge History of Poland, vol. I (1950). Existen numerosas biografías del santo, en polaco, pero muy pocas en otros idiomas.