Magno Félix Enodio pertenecía a una ilustre familia establecida en la Galia. Por una alusión suya, se puede deducir que nació en Arles; en todo caso, pasó sus primeros años en Italia y se educó en Milán, bajo la tutela de una tía. Después de la muerte de ésta, el joven contrajo matrimonio, pero muy pronto se sintió llamado a las sagradas órdenes. Su esposa, mujer muy rica, que lo había sacado de la pobreza, accedió a la separación y ella misma ingresó en un convento. Enodio, que era ya un orador consumado, recibió la ordenación de diácono por parte de san Epifanio de Pavia y, desde entonces, se consagró al estudio de las ciencias sagradas y a la enseñanza. Escribió por aquel tiempo una apología del papa san Símaco y del sínodo que había condenado el cisma de los partidarios de Lorenzo. «Dios -dice San Enodio- quiere ciertamente que los hombres juzguen a los hombres; pero se ha reservado para sí mismo el juicio del Pontífice de la Sede Suprema». Enodio fue elegido para pronunciar el panegírico del rey Teodorico, a quien sólo alabó por sus victorias y éxitos temporales. San Enodio escribió la vida de san Epifanio de Pavia, quien murió el año 496, y la de san Antonio de Lérins; dejó, además, otras obras en prosa y en verso. Fue uno de los últimos representantes de la antigua retórica: aunque sus escritos no carecen de valor histórico, tienden a la verbosidad, son ininteligibles por momentos y están llenos de los convencionalismos de la literatura mitológica de la Roma pagana. Según cuenta el propio autor, durante una violenta fiebre de la que los médicos le desahuciaron, recurrió al Médico Celestial, por la intercesión de su patrono, san Víctor de Milán y recobró la salud. Para perpetuar su testimonio de gratitud, escribió una obra titulada «Eucharisticón» («Acción de gracias»), en la que, imitando las Confesiones de san Agustín, cuenta brevemente su vida y, sobre todo, su propia conversión.
Hacia el año 514, san Enodio fue elegido obispo de Pavia y gobernó su diócesis con un celo y una autoridad dignos de un discípulo de san Epifanio. El papa san Hormisdas le envió dos veces a Constantinopla, donde el emperador Anastasio II estaba favoreciendo a los monofisitas. Ambas misiones fracasaron. Al fin de la segunda embajada, el santo se vio obligado a hacerse a la mar en un viejo navío destartalado, con grave peligro de naufragar, y con el veto para desembarcar en algún puerto del imperio de oriente. A pesar de todo, llegó sano y salvo a Italia y regresó a Pavia. La gloria de haber sufrido por la fe con celo y constancia, le espoleó aún más en el camino de la perfección. Así pues, se consagró a la conversión de las almas, al socorro de los pobres, a la construcción y ornamentación de las iglesias y a la composición de poemas religiosos sobre Nuestra Señora, sobre san Ambrosio y santa Eufemia, sobre los misterios de Pentecostés y la Ascensión, sobre un bautisterio adornado con las pinturas de los mártires cuyas reliquias se hallaban ahí, etc. Otros de sus poemas son simplemente mitológicos, como por ejemplo, el de Pasifae y el toro. Alguien ha dicho a propósito de sus poemas que: «Enodio temía escribir con claridad para no caer en los lugares comunes». El santo compuso dos himnos que debían cantarse en el momento de encender el cirio pascual, en los que implora la protección divina contra los vientos, las tempestades y todas las amenazas del enemigo. Su muerte ocurrió el año 521, cuando tenía apenas cuarenta y ocho años de edad.
Casi todos los datos que poseemos sobre él provienen de su obra Eucharisticón; a lo que parece, no fue él quien tituló así su tratado, sino el editor de sus obras, Sirmond. Hay dos ediciones modernas de los escritos de Enodio: la de Hartel, en el Corpus Scriptorum Latinorum de Viena, y la de Vogel, en Monumenta Germaniae Historica. Véase Acta Sanctorum, julio, vol. IV. En el tomo IV de la Patrología de Quasten-Di Berardino, BAC, 2000, páginas 241 a 250, hay un resumen con algunos datos más sobre al vida de Enodio y una catalogación de la obra, que se conserva, con juicios de valor menos severos que los del Butler. Imagen: San Enodio en el altar de mármol del siglo XIV de la basílica de San Miguel Mayor, en Pavia.