A la vanguardia del grupo de santos que dieron gloria a Irlanda en el siglo VI, está san Kevin (Coemgen), uno de los principales patronos de Dublin. Fue él quien fundó ahí la célebre abadía de Glendalough, que llegó a ser uno de los cuatro grandes centros de peregrinación en Irlanda y dio origen a la máxima de que siete visitas a Glendalough equivalen a una peregrinación a Roma.
La historia de san Kevin se relata en distintas versiones escritas en latín y en irlandés, ninguna de las cuales es verdaderamente antigua. Sólo por conjeturas se podrían extraer los sucesos reales ocultos bajo las pintorescas leyendas y las interesantes descripciones de costumbres. Se dice que el santo, descendiente de reyes, nació en Leinster, precisamente en el Fuerte de White Fountain. San Conan lo bautizó con el nombre de Coemgen, que los anglos convirtieron en Kevin, el «bien habido». Desde los siete años, sus padres lo mandaron a instruirse con los monjes y se quedó con ellos hasta llegar a la juventud. Después de su ordenación, se sintió movido a buscar la soledad, y, entonces, se le presentó un ángel para conducirlo hacia las alturas de Glendalough, al Valle de los dos Lagos. En aquella hermosa región agreste, vestido con pieles de animales, sin otro lecho que las piedras ni más alimento que las ortigas y acedrillas, plantas éstas que se conservaban verdes en todas las estaciones, permaneció siete largos años. Durante aquel período de existencia tan austera, «las ramas y el follaje de los árboles solían entonar dulces cantos para él, y una música celestial aliviaba la severidad de su vida». Al fin, fue descubierto por un pastor de ganado que se llamaba Dima, quien acabó por convencer al santo para que abandonara la soledad. «Por respeto al asceta y para honrarlo», el pastor y sus hijos hicieron una litera sobre la cual transportaron al santo a través del espeso bosque. Los árboles se inclinaban para abrirles paso y, cuando la litera y sus portadores habían pasado, se enderezaban de nuevo.
En la localidad de Disert-Coemgen, donde hoy se encuentra la iglesia de Refert, San Kevin se estableció con los discípulos que acudieron a reunirse en torno suyo. Durante largo tiempo, dice la leyenda, una nutria bondadosa llegaba a diario con un salmón en el hocico para proveer de alimento a los ascetas. Pero una vez se «le ocurrió a Cellach», hijo de Dima, «que con la piel de la nutria podría hacerse un magnífico par de guantes». La nutria, «a pesar de que sólo era un animal, adivinó los pensamientos de Cellach y, desde aquel momento, dejó de prestar servicios a los monjes». Tal vez por causa de la escasez de alimentos, san Kevin trasladó su comunidad a otro punto más alto del valle, «donde se juntaban dos riachuelos de aguas limpias». Ahí, en Glendalough, hizo su fundación permanente, a la que muy pronto comenzaron a acudir numerosos discípulos. A fin de implorar las bendiciones del cielo para él y para sus monjes, san Kevin emprendió una peregrinación a Roma, y dice su historia que «gracias a las santas reliquias y la tierra bendita que trajo consigo, ningún santo del Erin obtuvo más favores de Dios que Coemgen, si se exceptúa tan sólo a Patricio».
El rey Colman, de Ui Faelain, dejó a su hijo pequeño a cargo de san Kevin, después de que sus otros hijos «habían sido destruidos por las gentes mundanas de las ricas cortes». Como «no había vacas ni 'boolies' [corral, en irlandés] en el valle, el santo llamó a una cierva que vino con sus cervatillos, para que diera la mitad de su leche al pequeño hijo del rey. Pero un lobo vino a devorar los cervatillos. Entonces Coemgen obró grandes milagros. Comenzó por ordenar al perverso lobo que ocupase el lugar de los cervatillos, y así lo hizo la fiera, que se ahijó mansamente a la cierva. Y de esta manera se crió el pequeño Faelan, por las maravillosas obras de Dios y de Coemgen». En el Félire de Oengus, se hace una referencia a Kevin en una cuarteta que dice:
«Soldado de Cristo en tierras del Erin,
el eco de las olas dice tu nombre duro,
noble Coemgen, guerrero recio y puro,
en el valle de los lagos, con un rumor sin fin.»
El santo abad estuvo en términos de íntima amistad con san Kieran de Clonmacnois. San Kevin lo visitó en su lecho de muerte donde yacía inconsciente, pero tan pronto como llegó el abad, recuperó el sentido para mantener con él una larga conversación y darle una campanilla como regalo de despedida. Cuando san Kevin había alcanzado ya una edad muy avanzada, manifestó su deseo de emprender una nueva peregrinación, pero le disuadió un sabio anciano al que consultó. «Las aves no incuban sus huevos cuando andan en vuelo», le dijo el consejero, y San Kevin se quedó en su monasterio. Se dice que murió a la edad de 120 años. Su fiesta se celebra en toda Irlanda.
Hay cinco versiones sobre la fábula de san Coemgen: tres en irlandés y dos en latín. Parece que aun en la más antigua de estas biografías, no se puede fijar una fecha anterior al siglo diez o al once. «Los textos -dice el Dr. J. F. Kenney (The Sources for the Early History of Ireland, I p. 404)- tienen muy poco valor histórico... sólo ilustran el desarrollo de las ideas sobre el ascetismo extremado, si no en los siglos sexto o séptimo, sí en el décimo y los siguientes».