Artaldo nació en el castillo de Sothonod de Saboya. A los dieciocho años se trasladó a la corte del duque Amadeo III. Uno o dos años más tarde, ingresó en la cartuja de Portes. Al cabo de muchos años, siendo ya sacerdote y muy avanzado en experiencia y santidad, fue enviado por el prior de la Gran Cartuja a fundar un monasterio de su orden en Valromey, en Saboya. El sitio lleva el significativo nombre de «el Cementerio». Ahí se estableció Artaldo con seis monjes originarios de Portes. Poco después de la fundación, el fuego consumió el monasterio, de suerte que san Artaldo tuvo que recomenzar la obra. Para ello escogió otro sitio, a orillas del río Arviéres, donde edificó pronto un nuevo monasterio. Pero la celda de un cartujo era demasiado estrecha para la inmensa fama de que gozaba ya entonces el santo: el Papa acostumbraba consultarle, como a su maestro san Bruno; y la diócesis de Belley le eligió obispo a los ochenta años de edad, a pesar de sus vehementes protestas.
Dos años después, consiguió que el pueblo aceptase su renuncia y volvió jubilosamente a Arviéres, donde pasó el resto de su vida. Próximo a su muerte fue a visitarle san Hugo de Lincoln, el cual, cuando era prior de la cartuja de Witham, había movido a Enrique II de Inglaterra a favorecer la cartuja de Arviéres. La «Magna vita» de san Hugo, recuerda que éste reprendió bondadosamente a san Artaldo cuando el fundador de Arviéres le preguntó las últimas noticias políticas en presencia de sus monjes. El culto de san Artaldo, a quien los cartujos veneran simplemente como beato, fue confirmado en 1834 para la diócesis de Belley. El santo murió a los 105 años de edad.
En Acta Sanctorum, oct., vol. III, hay una breve biografía medieval; puede verse un relato más completo en Dom le Couteulx, Annales Ordinis Cartusiensis, vols. II y III.