Como tantos otros santos francos de la época merovingia, Aquilino pasó varios años en las cortes y los campos de batalla antes de abrazar la carrera eclesiástica y ser elegido obispo. San Aquilino nació en Bayeux, hacia el año 620, y combatió en las filas de Clodoveo II. Al volver de una campaña contra los visigodos, su esposa salió a encontrarle en Chartres y ambos decidieron quedarse allí y consagrase al servicio de Dios y de los pobres. Aquilino tenía entonces alrededor de cuarenta años. Más tarde, se trasladaron a Evreux, donde vivieron en paz por espacio de diez años.
A la muerte de Eterno de Evreux, el pueblo consideró a Aquilino como el hombre llamado a sucederle en el gobierno de la sede. Aquilino, angustiado por las distracciones inevitables en el desempeño de tan alto cargo, se construyó una especie de celda de ermitaño, dentro de su catedral y solía retirarse a ella siempre que tenía ocasión, para orar y hacer penitencia por su grey. Durante los últimos años de su vida, el santo quedó ciego, pero siguió gobernando su diócesis con el mismo celo que antes. Dios le concedió el don de obrar milagros.
Existe una biografía bastante posterior que se imprimió en Acta Sanctorum, oct., vol. VIIIl. Véase también Mesnel, Les saints du diocese d'Evreux, pte. v (1916); y Duchesne, Fastes Episcopaux, vol. II, p. 227.