El primero (desde el punto de vista cronológico) de los dos santos de este nombre que se conmemoran hoy, nació en Grénoble, de una familia galo-romana. Era todavía un niño cuando le llevaron a la abadía de Agaunum, donde pasó más de treinta años de su vida, primero como estudiante, después como religioso y, por fin, como un ermitaño en una cueva vecina al monasterio. Ahí vivió solo, sin otro alimento que las verduras y legumbres cosechadas por él en su huerto. Como éste era un pequeño cuadro de tierra y producía con mucha abundancia, se dijo después que la Providencia intervenía para ayudarle. Al perseverar en todas sus virtudes y al mejorar las gracias recibidas, llegó a llamar la atención de san Eustasio, cuando éste visitó Agaunum, en el año 614, a su regreso de Italia. Tanto se interesó por el ermitaño, que le instó hasta convencerlo para que regresara con él a Luxeuil y se convirtiera en un monje de su monasterio.
La obra más importante de san Amado fue la conversión de Romárico, un noble merovingio que tenía su castillo en Habendum, en las riberas del Mosela. La obra comenzó cierto día en que san Amado cenaba a la mesa de Romárico y éste preguntó lo mismo que antes había preguntado a Cristo otro joven rico: «¿Qué debo hacer para poseer la vida eterna?» Amado señaló una bandeja de plata, diciendo que representaba la riqueza a la que Romárico estaba esclavizado y, entonces, agregó las palabras del Señor: «Vende eso y todo lo que tengas, distribuye el dinero entre los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Después, sígueme». Romárico tomó estas palabras muy a pecho y las interpretó al pie de la letra: pagó generosamente a su servidumbre y la despidió; todos sus bienes, con excepción de Habendum, los dio a los pobres y a la Iglesia, e ingresó al monasterio de Luxeuil. Más tarde, alrededor del año 620, el noble convertido fundó un doble monasterio con la regla de san Columbano y san Amado fue su primer abad. Aquel monasterio se encontraba en los terrenos de Habendum y, posteriormente, en recuerdo de su fundador, se llamó Remiremont (Romarici Mons). Se dice que en los primeros tiempos de existencia del monasterio, hubo una amarga disputa entre Amado y Romárico, por una parte, y Eustasio por la otra, en la que estaba complicado un monje de Luxeuil, llamado Agresio. Pero aquel desdichado, que parece haber sido el instigador de la querella, tuvo un mal fin, puesto que murió asesinado (se dice que por un marido a quien engañó) y, al morir, se restableció la paz.
San Amado murió hacia el año de 630 en amable amistad con san Eustasio y los monjes de Luxeuil. Durante sus últimos años, volvió a llevar la existencia solitaria de antaño, en una celda aparte, cultivando su huerto y cuidando a las abejas; sólo concurría al coro los domingos y en las grandes fiestas. Su amigo Romárico se hizo cargo de la dirección de las dos comunidades y, a su muerte, también a él se le veneró como santo.
La biografía escrita en latín (impresa en el Acta Sanctorum, sept. vol. IV) de la que fue autor un monje de Remiremont, prácticamente contemporáneo del santo, fue reeditada por B. Krusch en Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Merov, vol. Iv, pp. 215-221; Krusch llega a la conclusión de que el documento no merece ninguna confianza y que fue «fabricado» en el siglo nueve. El asunto no está del todo claro, puesto que, de todas maneras, la biografía parece haber sido escrita por lo menos cincuenta años después de la muerte de san Amado. Para una posición contraria a la de Krusch, ver a Besson en Zeitchrift für Schweitzerische Kirchengeschichte, vol. I (1907), pp. 20-51; cf. la Analecta Bollandiana, vol. XXVI, pp. 342-343.