La existencia en Fermo de un oratorio dedicado al mártir san Sabino, es conocida por las cartas del papa san Gregorio Magno, del siglo VI. Este es el germen sobre el que se desarrolla luego el monasterio del que fue abad nuestro santo. Cuando ese monasterio desaparece, su cuerpo, venerado como reliquia en especial para la curación de la epilepsia, es trasladado a la catedral de la Asunción.
Hubo en la misma Fermo otro taumaturgo también de nombre Adán, pero perteneciente a los franciscanos, y que fue venerado localmente como santo, y recogido en el mismo catálogo de Ferrarius mencionado, pero no se encuentra inscripto en el Martirologio Romano.
Ver Acta Sanctorum, mayo III, pág. 626.