San Abón de Fleury fue uno de los monjes más sabios de su época. Alrededor del año 971, san Oswaldo de York, que era entonces obispo de Worcester, fundó un monasterio en Ramsey, en Huntingdonshire. San Oswaldo había tomado el hábito de San Benito en Fleury-sur-Loire y, hacia el año 986, empleó los servicios de san Abón como director de la escuela de Ramsey. San Abón, que había estudiado en París, Reims y Orléans, desempeñó ese cargo durante dos años, al cabo de los cuales volvió a Fleury para continuar sus estudios de filosofía, matemáticas y astronomía. Pero ese período de tranquilidad no duró mucho tiempo, ya que fue elegido abad cuando murió el que ejercía ese cargo. Sin embargo la elección fue muy reñida y la oposición entre los dos partidos no se confinó al monasterio. Finalmente, la cuestión quedó decidida en favor de san Abón, gracias a Gerberto, quien algunos años más tarde ocupó la cátedra pontificia con el nombre de Silvestre II.
La carrera de san Abón como prelado fue muy azarosa, porque el santo intervino enérgicamente en los asuntos de su época. En efecto, hizo cuando pudo por conseguir la exención de los monasterios del dominio de los obispos, participó en varios sínodos, y fracasó en su intento de hacer que Roma reconociese el segundo matrimonio de Roberto II, que había sido muy irregular. Pero san Abón es famoso sobre todo por sus escritos, entre los que se cuentan una colección de cánones y una biografía de san Edmundo de Inglaterra, rey y mártir. Por una carta del santo abad, sabemos que se le empleó con frecuencia para restablecer la paz en los monasterios. La causa de su muerte fue su celo por la disciplina y, por eso se le veneró durante mucho tiempo como mártir. En efecto, el año 1004, fue a restablecer el orden en el monasterio de La Réole, en Gascuña, Francia. Precisamente entonces, estalló una reyerta entre los monjes y la servidumbre del monasterio y, en el calor de la lucha, el santo fue apuñalado. Herido gravemente, se arrastró como pudo hasta su celda y allí murio, en brazos de un monje. Algunas diócesis de Francia celebran la fiesta de san Abón, sin embargo, faltan documentos suficientes para estudiar el culto.
Existe una biografía fidedigna de san Abo, escrita por su contemporáneo Aimoin; puede verse en Mabillon, vol. VI, pte. I, pp. 32-52, junto con la carta circular que se escribió para anunciar la muerte trágica del santo. En Migne, PL., vol. CXXXIX, hay varios escritos del santo y una colección de sus cartas, pero no existe ninguna edición completa de sus obras. Los estudios matemáticos y científicos del santo han llamado la atención de los eruditos; véase, por ejemplo, M. Cantor, Vorlesungen über d. Geschichte der Mathematik (1907), vol. I, pp. 845-847. En 1954, Dom Cousin publicó una obra titulada S. Abbo de Fleury, un savant, un pasteur, un martyr.
En la imagen: portada de un tratado de Abón, con la inscripción «Abbo» (en el cuello de la figura humana), entre 962 y 986, en el monasterio de Saint-Benoît-sur-Loire.