En el siglo II, vivía en la Frigia Salutaris cierto Abercio Marcelo, que era obispo de Hierópolis. A los setenta y dos años de edad, hizo una peregrinación a Roma y al regreso, pasó por Siria, por Mesopotamia y visitó Nísibis. En todas partes encontró cristianos fervorosos, que habían sido purificados por el bautismo y se nutrían del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Cuando volvió a Frigia, se construyó un sepulcro en el que mandó colocar una inscripción en la que se relataba con términos simbólicos e ininteligibles para los no cristianos, el viaje que había hecho a Roma para «contemplar la majestad» del Pastor universal y omnividente (es decir, de Cristo).
Un hagiógrafo griego, interpretando esa inscripción a su modo, escribió una «biografía» de san Abercio. Según esa ingeniosa narración, el santo obispo convirtió con su predicación y milagros a tantas personas, que se le dio el título de «equiapostolico» (igual de los Apóstoles). Su fama llegó a oídos del emperador Marco Aurelio, quien le mandó llamar a Roma, pues su hija Lucila estaba endemoniada (de esa forma, la simbólica «reina vestida de oro», mencionada en el epitafio se convierte en la hija del emperador). San Abercio exorcizó con éxito a la joven y ordenó al demonio que trasportase desde el hipódromo romano hasta su ciudad episcopal la piedra de un altar, para emplearla en la construcción de su sepulcro. El autor de la biografía tomó algunos episodios de la vida de otros santos y presentó en el apéndice de su obra el original de la inscripción de Abercio.
Con el tiempo la inscripción en piedra cayó en el olvido, y los historiadores consideraban el contenido de la inscripción -sólo conocido por la «biografía», con la misma desconfianza que a la biografía de la que formaba parte, hasta que en 1822, el arqueólogo inglés W. M. Ramsey descubrió en Kelendres, cerca de Simula, una inscripción fechada el año 216. Era el epitafio de un tal Alejandro, Hijo de Antonio; pero los primeros y los últimos versos eran prácticamente una transcripción de los de la inscripción de Abercio. El año siguiente, Ramsey descubrió en los muros de las termas de Hierópolis otros fragmentos que completaban casi en su totalidad la parte del epitafio de Abercio que faltaba en la primera piedra, y que se podía cotejar gracias a la transcripción del biógrafo. Con esas dos inscripciones y al texto de la biografía de san Abercio, se consiguió completar una inscripción de gran valor, ya que refleja el lenguaje y las creencias cristianas de tan temprana época. Sin embargo, no todos los historiadores admitían que Abercio fuese cristiano, ya que el lenguaje que utiliza, como se verá, es muy simbólico y oscuro; interpretando los símbolos de la inscripción en forma muy subjetiva, algunos llegaban a decir que había sido un sacerdote de Cibeles o de otro culto sincretista. Finalmente, al cabo de innumerables investigaciones, se llegó a la conclusión de que el Abercio de la inscripción había sido realmente un obispo cristiano. El nombre de Abercio figura en la liturgia griega desde el siglo X; también se halla en el Martirologio Romano actual, aunque por mucho tiempo se lo tuvo por obispo de Hierápolis (sede de san Papías) en vez de Hierópolis, que es la correcta. Este último error procede de la biografía griega arriba mencionada.
Éste es el texto del epitafio, y no es menor memoria del santo leerlo precisamente en su día. Téngase presente que dos símbolos cristianos que ahora son importantes pero accesorios al símbolo central de la cruz, eran, sin embargo, dos elementos muchísimo más difundidos en los primeros siglos: la imagen de Jesús como Buen Pastor, y la palabra «pez» para referirse a Cristo o a nuestra fe, que en griego es un anagrama del anuncio cristiano; efectivamente en griego pez, ichthys, contiene el anagrama de Iesoús CHristós THeoú Yiós Soter (Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, el Salvador):
Yo, ciudadano de una ciudad distinguida, hice este monumento
en vida, para tener aquí a tiempo un lugar para mi cuerpo.
Me llamo Abercio, soy discípulo del pastor casto
que apacienta sus rebaños de ovejas por montes y campos,
que tiene los ojos grandes que miran a todas partes.
Este es, pues, el que me enseñó... escrituras fieles.
El que me envió a Roma a contemplar la majestad soberana
y a ver a una reina de áurea veste y sandalias de oro.
Allí vi a un pueblo que tenía un sello resplandeciente.
Y vi la llanura de Siria y todas las ciudades, y Nísibe
después de atravesar el Eufrates; en todas partes hallé colegas,
teniendo por compañero a Pablo, en todas partes me guiaba la fe
y en todas partes me servía en comida el pez del manantial,
muy grande, puro, que cogía una virgen casta
y lo daba siempre a comer a los amigos,
teniendo un vino delicioso y dando mezcla de vino y agua con pan.
Yo, Abercio, estando presente, dicté estas cosas para que aquí se escribiesen,
a los setenta y dos años de edad.
Quien entienda estas cosas y sienta de la misma manera, ruegue por Abercio.
Nadie ponga otro túmulo sobre el mío.
De lo contrario pagará dos mil monedas de oro al tesoro romano
y mil a mi querida patria Hierópolis.
Existe una literatura muy abundante acerca de las inscripciones descubiertas por Ramsey en Hierópolis, que dicho arqueólogo regaló al Museo de Letrán. Pero las discusiones han añadido muy poco a la interpretación del obispo anglicano Linghfoot, quien analizó la inscripción con seguro instinto de arqueólogo en Ignatius and Polycarp, vol. I (1885). En la Catholic Encyclopedia, Vol 1, s.v. «Abercius, inscription of», H. Lecrercq publicó un análisis del texto, presentando el griego original, y separando lo que proviene de las lápidas de lo que fue reconstruido con ayuda de la biografía mencionada, así como una traducción al inglés. Por lo que se refiere a la vida de Abercio, T. Nissen hizo una edición crítica de las dos biografías griegas más antiguas, en S. Abercii Vita (1912); aunque los textos carecen de valor histórico, contienen ciertos datos geográficos de importancia, así como algunas citas muy curiosas de Bardesanes. Puede leerse un estudio académico (en italiano) de los elementos cristianos de la inscripción en un pdf reproducido por la Universidad Complutense de Madrid. La traducción y algunos aspectos bien explicados del texto en el blog El testamento del Pescador. La imagen que acompaña al texto es de la copia del epitafio que se exhibe en el Museo della civiltà romana a Roma, sala 15; el original se conserva en la actualidad en el Museo Lateranense de Roma; una reproducción en mayor resolución de esta misma foto puede verse en Wikimedia Commons. El presente artículo incorpora en su totalidad, con escasos cambios, el artículo del Butler-Guinea y parte de su bibliografía; el texto del epitafio así como la webgrafía se han añadido.