Como el nacimiento de la Santísima Virgen María es el anuncio jubiloso de que se aproxima la hora de la salvación, la Iglesia celebra esa festividad con alabanzas y acciones de gracias. Aquel nacimiento fue un misterio de bienaventuranzas, señalado con privilegios únicos. María vino al mundo distinta de todos los otros hijos de Adán: no estaba desprovista de gracia santificante y no tenía inclinación al pecado, sino que era pura, santa, hermosa, gloriosa, adornada con todas las gracias más preciosas y convenientes para ella, la elegida para ser Madre de Dios. Tan pronto como el hombre y la mujer cayeron en el pecado, tentados por Satanás, y fueron expulsados del Paraíso, el mismo Dios les prometió el advenimiento de otra mujer cuya descendencia aplastaría la cabeza de la serpiente (Gn 3,15). Al nacer la Virgen María, comenzó a cumplirse la promesa.
Con el propósito de aprender las lecciones que nos da la vida de la Virgen María, de alabar a Dios por las gracias que le concedió y por las bendiciones que, por ella, derramó sobre el mundo, así como para encomendar nuestras necesidades a una abogada tan poderosa, celebramos con la Iglesia fiestas en su honor. Esta fiesta de su natividad se celebró por primera vez en el Oriente. Sabemos con certeza que fue el papa san Sergio (687-701 P.C.) quien la introdujo en el Occidente, al establecer que se celebrasen en Roma cuatro fiestas en honor de Nuestra Señora: la Anunciación, la Asunción, la Natividad y la «Hypapante» (en la actualidad: Presentación del Señor, que incluye la purificación de la Virgen después del parto). Es muy probable que en algunas otras partes del Occidente, la Natividad de María se haya conmemorado desde antes. Por lo menos, está claramente anotada en el calendario de san Willibrordo (c. 704), así como en el Hieronyrnianum (c. 600), lo que sugiere una mayor antigüedad. El hecho de que se conmemorase la fiesta del nacimiento de san Juan Bautista en los tiempos de San Agustín, probablemente por el año de 401, respalda este punto de vista. Es indudable que cuando las gentes se enteraron de que la decapitación del Bautista y su nacimiento se celebraban por separado, tuvieron la idea de que el nacimiento de la Madre de Dios tendría que ser igualmente celebrado. En consecuencia, a la fiesta de la Asunción se agregó la del Natalicio (cf. las fiestas de la Concepción, de San Juan y de Nuestra Señora).
Se desconoce el lugar donde nació la Virgen María. Una antigua tradición afirma que fue en Nazaret, y así se acepta en Occidente; pero otra tradición señala a Jerusalén, y específicamente el barrio vecino a la Piscina de Betseda. Ahí hay ahora una cripta bajo la iglesia de Santa Ana que se venera como el lugar donde nació la Madre de Dios. Tampoco se sabe la edad que tenía al ser desposada, y por tanto su posible año de nacimiento, pero un tradición proveniente del apócrifo de Santiago (c. VIII) afirma que fue a la edad de 12 años, lo que era habitual en el Israel de la época. Si esto fuera así, habría nacido hacia el año 20-18 aC... pero téngase presente que el apócrifo de Santiago no es precisamente una fuente histórica muy confiable, aunque la tradición devocional tanto le debe.
Imagen: Natividad de la Virgen, de Pietro Cavallini, mosaico de 1291 en Santa Maria in Trastevere, Roma.