Las circunstancias en que el beato Leonardo Kimura y sus cuatro compañeros dieron testimonio de su constancia en la fe, deben haber sido un remedo de aquellas crueles escenas en las que entregaron sus vidas los primeros mártires, sobre la arena del Circo de Roma. Se afirma que acudieron veinte mil personas desde Nagasaki y sus alrededores, a presenciar el espectáculo. Las cinco víctimas fueron quemadas por etapas sobre un altozano, frente al mar. Eran tres cristianos japoneses (Leonardo Kimura, Andrés Murayama Tokuan y Juan Yoshida Shoun), un coreano (Cosme Taquekeya) y un portugués (Domingo Jorge); pero entre ellos no había ningún sacerdote, puesto que Leonardo Kimura sólo era hermano lego de la Compañía de Jesús que, por humildad, había rehusado ordenarse.
A raíz de las investigaciones que se hicieron sobre sus historia, se descubrió que, entre los antecesores del jesuita se hallaba el otro Kimura, que fue uno de los primeros en brindar su amistad a san Francisco Javier al llegar al Japón, veinticinco años antes. Leonardo Kimura había nacido en 1575, por lo que tenía cuarenta y cinco años al momento del martirio, y desde su juventud se había ocupado en catequizar e instruir en la religión a sus compatriotas. Aun durante los dos años y medio que estuvo en la prisión, se las arregló para bautizar a noventa y seis personas, entre las que compartían su encierro y las que se atrevían a visitarlo.
Sus cuatro compañeros de martirio eran laicos (se desconocen sus respectivas edades), todos miembros de la Confraternidad del Rosario, detenidos por haber dado ayuda y refugio al padre Carlos Spíndola y a otros sacerdotes. En el curso de su prolongado encarcelamiento, fueron vanas las amenazas y las promesas para doblegar su constancia y, cuando al fin se les comunicó la cruel sentencia de que iban a morir quemados vivos, todos la recibieron con demostraciones de júbilo. Se ha declarado que, aun hallándose entre las llamas, se mostraron serenos, sin dar a conocer su angustia. Los restos carbonizados se arrojaron al mar, pero los cristianos pudieron recoger fragmentos, aunque nunca se llegó a saber a cuál mártir pertenecían esas reliquias. El 18 de noviembre de 1619 fue el día de su pasión.
Extractado del artículo sobre los mártires de Japón (segunda serie), Butler, Vidas de los santos, 1964, México, tomo II, pág. 428.