El 27 de septiembre de 1936 fueron martirizados en la ciudad de Sagunto, en la provincia de Valencia, un sacerdote y un religioso, cuyo único crimen era profesar el sacerdocio o la vida religiosa. La Iglesia ha colocado a ambos en los altares al beatificarlos el 11 de marzo de 2001. Éstos son sus datos:
José Fenollosa Alcayna nació en Rafelbuñol el 16 de marzo de 1903 en una modesta familia de labradores de la que recibió una sólida educación cristiana. Ingresó en el colegio de vocaciones eclesiásticas de San José, de Valencia, donde empezó los estudios sacerdotales, pasando luego al Colegio Mayor de la Presentación. Se ordenó sacerdote en 1926 y consiguió posteriormente el doctorado en teología. Primero fue párroco de Espadilla y encargado de Valdobrado, desarrollando una amplia labor apostólica y social; luego pasó de párroco a Gilet; y luego a la capellanía del Asilo de San Eugenio, de Valencia; fue también catedrático del Seminario y vicecanciller de la Curia arzobispal, y por último fue nombrado canónigo de la Colegiata de San Bartolomé, de Valencia. Humilde, sencillo, amable, laborioso, daba un ejemplo constante de buen sacerdote. Llegada la revolución de julio de 1936, pasó a su pueblo natal con sus padres y allí ejercía el ministerio a favor de los fieles que se acercaban a él. Fue arrestado el 23 de agosto y llevado a Massamagrell. Al poco tiempo fue arrestada su hermana María, religiosa -que también moriría mártir y sería beatificada con él-, y fueron encerrados en la misma habitación. Sacados en coche, creyeron llegada la hora del martirio, pero se les devolvió a su casa. Como subsistía el peligro de detención, José se escondió con otros sacerdotes en la bóveda de la iglesia, pero a los ocho días fueron de nuevo arrestados y obligados a realizar trabajos como barrer y regar las calles, etc., aunque se les permitía dormir en casa. Por fin el 27 de septiembre se lo llevaron con otras 17 personas, y en las tapias del cementerio de Sagunto fueron todos ellos fusilados. Él exhortó a sus compañeros a perdonar y murió gritando vivas a Cristo Rey.
Mariano Climent Sanchís nació en Puzol, diócesis de Valencia, el 8 de enero de 1856 en el seno de una familia cristiana. Al quedar huérfano de padre y madre en la infancia, se hizo cargo de él su tía Mariana Sanchís, que lo educó cristianamente. Al estar haciendo el servicio militar hubo de participar en la guerra carlista, y, terminada ésta, decide la entrada en la Orden capuchina. Hecho el noviciado profesó el 14 de junio de 1881 con el nombre de fray Fidel de Puzol y en calidad de hermano lego. En 1884 hizo la profesión perpetua. Era un hombre de profunda fe y piedad, manso, humilde, siempre sonriente, celoso cumplidor de su Regla y de sus obligaciones en el convento, daba un ejemplo de verdadero espíritu franciscano. Cuando en 1936 la revolución cerró su convento, él se refugió con unos parientes en su pueblo. Como tenía ya 82 años y estaba mal de la vista, no salía de la casa. El día 27 de septiembre los del Comité local fueron por él, dijeron que lo llevaban al asilo pero lo condujeron al cortijo «Laval de Jesús» y a la entrada lo mataron. Allí quedó insepulto dos días. Fue enterrado en fosa común del cementerio y sus restos no han podido ser identificados.