En los albores del XIII siglo en la Francia meridional, en particular en el condado de Toulouse, la vida de la Iglesia estaba turbada por la expansión de la herejía albigense. El papa Gregorio IX decidió intervenir en esta situación que amenazaba degenerar: el 22 de abril de 1234 nombró al dominico Guillermo Arnaud, natural de Montpellier, primer inquisidor en la diócesis de Toulouse, Albi, Carcassone y Agen. El religioso no tardó en poner manos a la obra, aunque posiblemente con excesivo rigor, al punto de hacer exhumar los cadáveres de los herejes para incinerarlos.
Comenzó entonces a encontrarse con dificultades, y el Conde de Toulouse, Raimundo VII (simpatizante de la herejía albigense), pidió al Papa que pusiera freno al indomable inquisidor, mandó a sus súbditos que evitasen cualquier contacto con el religioso, y puso guardias en los conventos dominicos. El 25 de noviembre de 1235 todos los hermanos dominicos fueron echados de la ciudad, y se alejaron procesionalmente, cantando himnos sacros.
Un año después pudieron retornar a su claustro, pero el odio en los enfrentamientos crecía por parte de los herejes, y provocaba una y otra vez tumultos. En 1242, convencido de que podria ponerle fin a la situación, el señor de Avignonet, Raimundo d'Alfar, invitó a los hermanos a su castillo cercano a Toulouse, con el pretexto de rehacer con ellos relaciones de amistad y presentarles propuestas de conciliación. En realidad era sólo una trampa: los hizo reunir en una gran sala del castillo, y en medio de la noche ordenó que fuesen asesinados. Los religiosos no se intimidaron y fueron al encuentro de Cristo, afriontando por su amor el martirio, y cantando al mismo tiempo el Te Deum. Era el 29 de mayo, en ese año vigilia de la Ascensión. Los asesinos se cebaron especialmente con Guillermo, a quien arrancaron la lengua.
Traducido para ETF, con escasos cambios pero resumido, de un artículo de Fabio Arduino.