El 21 de septiembre de 1617 fueron apresados estos dos mártires y llevados a la cárcel de Nagasaki. Aquella primera noche de su detención lograron entrar en la cárcel varios misioneros, quienes los animaron con palabra evangélica y les administraron el sacramento de la penitencia. Fueron condenados a muerte, pero la noche anterior al martirio logró entrar a animarlos el P. Juan de Rueda, dominico. A la mañana siguiente fueron llevados en barca a una isla situada en la boca del puerto llamado Bocabeo o Tabuco. Fueron rezando por el camino las letanías y otras oraciones y, llegados al sitio, ofrecieron mansamente sus cuellos al verdugo que los degolló. Fueron beatificados el 7 de julio de 1867 por el papa Pío IX, en la ceremonia de beatificación de 205 mártires de Japón.
Gaspar Hikojiro era un cristiano intrépido que alojaba en su casa a los sacerdotes, sin miedo a las terribles represalias que esta acción traía consigo. Los acompañaba y los dejaba con la mayor seguridad posible en manos de otros cristianos. Avisado de que su actitud era peligrosa, había dicho que vería como una gran gracia el martirio.
Andrés Yoshida era natural de Tavaxima, en el reino de Fixen, era un cristiano maduro y convencido, que con gran arrojo alojaba y defendía a los sacerdotes. Era cofrade del Santo Rosario y de la Correa de San Agustín. Había acompañado en sus correrías apostólicas a los beatos Fernando de San José y Alfonso Navarrete, a quienes visitó en la cárcel, no resguardándose de decir que él también era cristiano. Poco antes de ser degollado se quitó del cuello una cruz y pidió se la dieran al beato Francisco de Morales.