Se conmemora hoy el martirio de doce religiosos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios que fueron inmolados por su condición de católicos y religiosos en las cercanías de Madrid el 1 de septiembre de 1936. Pertenecían a la comunidad del instituto-asilo San José, de Carabanchel Alto, institución dedicada a enfermos epilépticos, y en la que radicaba la Escolanía Apostólica. El instituto, situado en medio de extenso pinar, en las afueras de Madrid, pudo soportar las difíciles circunstancias de 1936 hasta que, declarada la guerra el día 18 de julio, se recibió el día 29 la visita de un grupo de milicianos que rodearon la casa y exigieron a los religiosos se concentraran en una sala, mientras ellos procedían a un riguroso registro que duró tres horas, alegando que buscaban armas. Cuando éstas no aparecieron por ninguna parte se marcharon, pero exigieron que cesara todo acto de culto o manifestación religiosa, debiendo retirarse de la iglesia todas las imágenes, y debieron los hermanos reunirse en el sótano de la ropería para poder efectuar sus rezos. Así estuvieron un mes entero, sin dejar -tal como era la consigna del P. General de la Orden- la atención a los enfermos. Pero el 29 de agosto llegó el alcalde de Carabanchel con el secretario y varias personas armadas y comunicaron a los hermanos que cesaban en la dirección del instituto, les exigieron la entrega de los libros de la administración y el dinero, y avisaron a los hermanos que deberían marcharse pero que ellos les dirían cuándo. El día 1 de septiembre estaban los hermanos en las enfermerías disponiendo la comida de los enfermos cuando llegó otro grupo de hombres armados con orden de llevarse a los hermanos. Los religiosos fueron arrestados del peor modo, cacheados y obligados a subir a un autocar. Éste tomó la carretera de Boadilla del Monte y llegó al llamado Charco Cabrera. Aquí se les hizo bajar del autocar y se les alineó, fueron seguidamente fusilados y arrojados a una fosa. Cuando los hermanos vieron que se les iba a matar gritaron vivas a Cristo Rey. Sus cadáveres serían exhumados en 1942 y trasladados a la cripta del instituto. Fueron beatificados el 25 de octubre de 1992 por el papa Juan Pablo II en el grupo de 71 Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios muertos durante los días de la Guerra Civil. Sus datos personales son:
Cristino Roca Huguet nació en Molins de Rey (Barcelona) el 6 de junio de 1899, siendo bautmdo con el nombre de Miguel. Otros dos hermanos suyos fueron religiosos hospitalarios; uno de ellos, Constancio, murió mártir en Calafell el día 30 de julio de 1936 y fue beatificado con su hermano. Ingresó en la niñez en la Escolanía Hospitalaria de Ciempozuelos y por sus buenas cualidades se le pidió estudiase para sacerdote. Tras haber profesado como «hermano Cristino», hizo los estudios y se ordenó el año 1926. Fue capellán del Hospital de San Rafael de Madrid, maestro de novicios en Calafell y era director de la Escolanía Apostólica de Carabanchel Alto. Tenía un gran crédito como pedagogo y educador y era un excelente director de almas.
Proceso Ruiz Cáscales nació en Beniel (Murcia) el 4 de octubre de 1887, de padres labradores, que en el bautismo le dieron el nombre de Joaquín. Tras una breve experiencia como ermitaño en La Fuensanta, ingresó en la Orden Hospitalaria el 15 de septiembre de 1915. Tras profesar como «hermano Proceso» estuvo destinado en las comunidades de Ciempozuelos, Madrid, Gibraltar, Valencia, Barcelona y por último como superior en Carabanchel Alto. En agosto de 1936 le visitó un hermano suyo, acompañado de un jefe miliciano, y le hizo entrega de un salvoconducto, pero él no quiso aceptarlo si no se les daba a los demás hermanos.
Eutimio Aramendia García nació en Oteiza de la Solana (Navarra) el 23 de octubre de 1878 y recibió en el bautismo el nombre de Nicolás. Con sólo 15 años hizo su ingreso en la Orden Hospitalaria. Diplomado en medicina y cirugía, tras profesar como «hermano Eutimio», fue enfermero mayor en diversos hospitales: Barcelona, San Baudilio de Llobregat, Madrid, Murcia, Santa Águeda, Palencia, Pamplona, Bogotá y Pasto en Colombia, y por último Carabanchel Alto, de cuya comunidad era vicesuperior. No quiso aceptar marcharse con sus familiares para no dejar a sus hermanos de comunidad.
Canuto Franco Gómez había nacido en Aljucer (Murcia) el 23 de diciembre de 1871 y fue bautizado con el nombre de José. Ingresó en los carmelitas pero hubo de dejarlo por motivos de salud. Posteriormente, en 1893, fue aceptado en la Orden Hospitalaria. Padecía de sordera y era delicado de salud, por lo que, una vez profesado con el nombre de «hermano Canuto», se le dedicó a sacristán. Tenía una fina sensibilidad artística y era buen pintor, conservándose pinturas suyas de corte delicado.
Dositeo Rubio Alonso nació en Madrigalejo (Burgos) el 10 de febrero de 1869 y fue bautizado con los nombres de Guillermo Tomás. A los 25 años ingresó en la Orden Hospitalaria, desempeñando su servicio en las casas de Ciempozuelos, Zaragoza, San Baudilio de Llobregat, Santa Águeda, Barcelona, Pamplona, Gibraltar, Granada, Calafell y Carabanchel Alto. Era muy humilde y servicial.
Cesáreo Niño Pérez nació en Torregutiérrez (Segovia) el 15 de septiembre de 1878 y fue bautizado con el nombre de Mariano. Sintió la vocación religiosa pero su escasa estatura y poca presencia parecían ser una dificultad muy fuerte. Él insistió y logró ser admitido, tomando el nombre de «fray Cesáreo». Brilló por su constancia, entrega y regularidad en la observancia de la vida religiosa. Estuvo en las comunidades de Ciempozuelos, Pamplona y Carabanchel Alto. Cuando se disponían a fusilar a los demás religiosos, le dijeron que podía irse y buscarse la vida pero él insistió en quedarse con sus hermanos. Un miliciano entonces le dio tres tiros, y así cayó a la fosa.
Benjamín Cobos Celada nació en Palencia el 9 de julio de 1887 y se le impuso en el bautismo el nombre de Alejandro. Ingresó en la Orden Hospitalaria a los 14 años y al iniciar el noviciado tomó el nombre de «fray Benjamín». Hizo los estudios de practicante y por ello en todos los centros a donde fue enviado tuvo el oficio de enfermero: Ciempozuelos, Barcelona, Madrid, San Baudilio de Llobregat, Málaga y Carabanchel Alto, desempeñando su oficio con gran competencia y dedicación.
Carmelo Gil Araño nació en Tudela (Navarra) el 15 de mayo de 1879, recibiendo en el bautismo el nombre de Isidoro. Educado cristianamente en su piadoso hogar, tenía 27 años cuando se decidió por la Orden Hospitalaria, tomando en el noviciado el nombre de «fray Carmelo» y profesando el 24 de septiembre de 1904. Prestó servicios como enfermero en las casas de Ciempozuelos, Carabanchel Alto, Pamplona, Valencia y San Baudilio de Llobregat, de donde fue enviado otra vez a Carabanchel Alto. Aunque al estallar la guerra pareció dispuesto a volver a su casa, decidió por fin quedarse con los hermanos y enfrentar el martirio si fuera preciso.
Cosme Brun Arará nació en Santa Coloma de Farnés (Gerona) el 12 de noviembre de 1894, siendo bautizado con el nombre de Simón. Con 16 años se colocó de criado en el seminario de Gerona, y aquí lo conoció el obispo mons. Pol que se lo llevó consigo como su sirviente personal. Simón lo atendió como un hijo hasta la muerte del prelado. Muerto el obispo, se colocó en Barcelona, pero no se sentía ya a gusto en el mundo y decidió su vocación religiosa, ingresando en enero de 1917 en la Orden de San Juan de Dios y tomando en el noviciado el nombre de «fray Cosme». Pasó por muchas casas de la Orden antes de su destino en Carabanchel Alto, de donde fue sacado para el martirio. Era un religioso de gran caridad y espiritualidad.
Cecilio López López nació en un pueblo de Las Alpujarras, Fondón (Almería), el 25 de junio de 1901 y en el bautismo recibió el nombre de Enrique. Ingresó a los 15 años en la Orden Hospitalaria y al empezar el noviciado tomó el nombre de «fray Cecilio». Destacaba por su buena inteligencia y feliz memoria y los superiores lo destinaron al sacerdocio, pero al contraer la tuberculosis tuvo que dejar los estudios. Enviado a Colombia, se repuso, y destacó como enfermero y practicante, habiéndosele ofrecido un futuro brillante en el mundo si dejaba la vida religiosa, pero él perseveró firme en su vocación. Vuelto a España en marzo de 1935 fue destinado a la casa de Carabanchel Alto. Cuando lo arrestaron, se dio cuenta de que iban a matar a los religiosos y se despidió de los enfermos «hasta el cielo».
Rufino Lasheras Aizcorbe nació en Arandigoyen (Navarra) el 15 de junio de 1900, siendo bautizado con el nombre de Crescencio. Educado cristianamente, era un joven verdaderamente piadoso y caritativo. A los 27 años optó por la Orden Hospitalaria y al iniciar el noviciado tomó el nombre de «fray Rufino». En todas las casas por donde pasó dejó fama de religioso observante, siendo su último destino la de Carabanchel Alto.
Faustino Villanueva Igual nació en Sarrión (Teruel) el 23 de enero de 1913 y fue bautizado con el nombre de Antonio. Muerto su padre cuando tenía 4 años, se encargó de él su abuela materna que lo educó cristianamente. Ingresó en la Escuela Apostólica de Ciempozuelos a los 10 años. Vuelve a su casa en 1930 por enfermedad, pero una vez repuesto regresa a la Escuela Apostólica, e ingresa en el noviciado con el nombre de «fray Faustino». Destinado a la comunidad de Carabanchel Alto, de la que saldría para el martirio.