Vicente Kadlubek nació en Karnow, Polonia, hacia el año 1150. Estudió en Francia y en Italia, obtuvo el grado de maestro y desempeñó algunos oficios eclesiásticos, entre otros el de preboste del capítulo en la catedral de Sandornir. En 1208, fue elegido obispo de Cracovia. En aquella época, el arzobispo de Gnienzo, Enrique Kietlicz, estaba consagrado en cuerpo y alma a introducir en Polonia las reformas impuestas por el Papa Inocencio III. En ello le ayudó, con el mismo celo, su antiguo compañero de estudios, el beato Vicente. El país atravesaba por una crisis de desorden político y desmoralización religiosa y el beato Vicente solicitó principalmente la ayuda de las órdenes religiosas para su tarea. A fin de aumentar la influencia de los regulares, se convirtió en bienhechor de muchos monasterios y al mismo tiempo, secundó los esfuerzos de los monjes con su propia predicación y visitas pastorales. El beato tomó parte activa en la política y se preocupó mucho por el bienestar del pueblo.
En 1218, renunció al gobierno de su diócesis y se retiró al monasterio de Jedrzejow, de la reforma cisterciense, donde hizo su profesión religiosa. Tal vez fue entonces cuando empezó a escribir el trabajo histórico que le ganó tanta fama, pues el beato Vicente fue el primer cronista de Polonia. Los cuatro libros de su obra, «Crónica de los Reyes y Príncipes de Polonia» tiene especial valor por ser el fruto de la experiencia del autor y han sido reeditados repetidas veces, en los tiempos modernos. Sin embargo, por la falta de sentido crítico del beato, los historiadores le han comparado con Godofredo de Monmouth y dicen que «el latín que emplea es detestable».
Vicente Kadlubek murió en su monasterio, el 8 de marzo de 1223, con gran fama de santidad. Su antiquísimo culto fue confirmado por la Santa Sede en 1764.
Ver Manrique, Annales Cistercienses, vol. IV; Henríquez, Menologium Cisterciense; y Cambridge History of Poland, vol. I (1950), pp. 154-155. Algunos calendarios dan a Vicente el título de santo.