Rosario Ángel Livatino nació en Canicattì (Agrigento, Italia) el 3 de octubre de 1952. Ingresó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Palermo, y el 9 de julio de 1975 se graduó con la máxima calificación.
Desde su juventud participó en la Acción Católica y asistía a la parroquia, donde mantenía coloquios jurídicos y pastorales, daba su aporte en cursos de preparación al matrimonio y participaba en encuentros organizados por asociaciones católicas. Incluso como magistrado siguió viviendo la experiencia de la comunidad parroquial. Cuando iba a trabajar a la Fiscalía de Agrigento, se detenía en la cercana iglesia de San José para visitar al Santísimo Sacramento. Y el 29 de octubre de 1988, a la edad de 35 años, después de haber asistido regularmente al curso de preparación, quiso recibir el sacramento de la Confirmación.
El 18 de julio de 1978 ingresó a la Magistratura como Auditor Judicial en el Tribunal de Caltanissetta. Del 24 de septiembre de 1979 al 20 de octubre de 1988 ocupó el cargo de Auditor Judicial con las funciones de Fiscal Adjunto de la República en el Tribunal de Agrigento. Entre 1984 y 1988 resultó ser, por reconocimiento del Consejo Superior de la Magistratura, el Magistrado más productiva de la Fiscalía de Agrigento.
El 21 de agosto de 1989 tomó posesión del nuevo cargo de Magistrado del Tribunal de Agrigento, donde desempeñó las funciones de Juez de la sección penal. El 21 de abril de 1990, luego de asistir a la escuela de formación de dos años en derecho público regional en la Universidad de Palermo, obtuvo el Diploma con honores. En aquellos años en Canicattì y en toda la zona de Agrigento la situación social se vio sacudida por una verdadera "guerra" de la mafia, en la que los clanes emergentes (llamados Stiddari) se enfrentaron a la Cosa Nostra, cuyo padrino local era Giuseppe Di Caro, quien vivía en el mismo edificio que Rosario Ángel.
El 21 de septiembre de 1990, el mártir fue asesinado en una emboscada en la carretera estatal 640 que conduce de Canicattì a Agrigento, mientras viajaba solo, en automóvil, para ir a la Corte, donde trabajaba.
Lo asesinaron mientras, como todas las mañanas, iba a trabajar en su auto. La dinámica del asesinato se caracterizó por una ferocidad particular, como lo reconoció el Tribunal de lo Penal de Caltanissetta. Al final de su vida, antes de que le estallara el tiro de gracia en la cara, se había dirigido a los asesinos con mansedumbre.
La motivación que empujó a los grupos mafiosos de Palma di Montechiaro y Canicattì a golpear a Rosario Ángel fue su conocida rectitud moral en cuanto al ejercicio de la justicia, arraigada en la fe. Durante el juicio penal trascendió que el jefe provincial de la Cosa Nostra Giuseppe Di Caro, lo describió con desdén por su asistencia a la Iglesia. Los perseguidores lo consideraban inabordable, irreductible a los intentos de corrupción precisamente por ser católico practicante. De los testimonios, incluido el del autor intelectual del asesinato, y de los autos del juicio, surge que la aversión hacia él era inequívocamente atribuible al odium fidei (odio hacia la fe). Inicialmente, los principales habían planeado la emboscada frente a la iglesia donde el Magistrado visitaba todos los días al Santísimo Sacramento.
Rosario Ángel era consciente de los riesgos que corría. A pesar de la intimidación, siguió cumpliendo con su deber con rectitud, respetuoso con todas las personas, incluso investigadas o detenidas. Llegó a aceptar la posibilidad del martirio a través de un proceso de maduración en la fe. La participación en los sacramentos y la oración asidua lo hicieron cada vez más consciente de su testimonio cristiano. Para no exponer a otras personas a la muerte "dejando viudas y huérfanos", rechazó la escolta. En sus agendas personales aparece sistemáticamente la abreviatura S.T.D. para significar "Sub Guardia Dei" ("bajo el cuidado de Dios").