Nicolás Factor nació en Valencia, España, el 29 de junio de 1520. Recibió de sus padres una óptima educación cristiana que favoreció su natural tendencia a elevarse espiritualmente. Temperamento de artista, tuvo una sensibilidad extremada que educó mediante el estudio de las artes, especialmente de la pintura y de la música. A la edad de 17 años, el 30 de noviembre de 1537 atraído por el ideal del Pobrecillo de Asís, ingresó entre los Hermanos Menores del convento de Santa María de Jesús en Valencia, donde profesó la regla franciscana el primer domingo de Adviento de 1538. Ordenado sacerdote ejerció con celo apostólico el ministerio de la predicación y con prudencia y discreción el de la dirección espiritual de las almas, especialmente religiosas. Después de haber desempeñado en la provincia franciscana de Valencia los oficios de guardián y de maestro de novicios, en 1571 el rey Felipe II lo destinó como director espiritual del monasterio de Santa Clara en Madrid donde vivían religiosas clarisas pertenecientes a la flor de la nobleza de la ciudad y de la corte. De Madrid pasó luego a dirigir a las religiosas de la Trinidad de Valencia y luego a las clarisas de Gandía.
Durante la permanencia en Madrid Nicolás estuvo en íntima relación con el místico fray Juan de los Angeles, quien en «El triunfo del amor de Dios», escrito en Medina en 1598, lo llama el «Santo». Y en Valencia tuvo fraternal amistad con el dominicano san Luis Beltrán. Hacia el final de la vida, profundamente impresionado por la muerte del santo amigo, fue atormentado por la preocupación de la salvación eterna, por lo cual, no satisfecho con aquel tenor de vida, pidió a los superiores poder pasar a los conventos-retiro en busca de mayor austeridad. Obtenido el permiso, en los primeros días de abril de 1582 pasó al convento de Santa Catalina de la Onda en Castellón de la Plana. En noviembre del mismo año se trasladó a Barcelona en el convento de Monte Calvario, de donde regresó al de Santa María de Jesús en Valencia hacia finales de 1583.
Tuvo el don de los milagros y de la profecía. Sus biógrafos cuentan detalladamente maravillosas apariciones y celestes tratos con que fue favorecido por parte de Jesús y de la Virgen, que le colocó en los brazos a su divino Hijo; de San José, de San Juan evangelista y de San Francisco de Asís. El amor divino había inflamado su corazón. Debió sostener terribles luchas con los espíritus malignos que a menudo se le aparecían. Pero Nicolás siempre salió victorioso con la oración. Recibidos los últimos sacramentos, su bienaventurada alma voló al cielo, el 23 de diciembre de 1583; tenía 63 años. Después de la muerte en su tumba sucedieron numerosos milagros. Fue beatificado por Pío VI el 27 de agosto de 1786. En las anécdotas que se cuentan sobre el beato Nicolás, abundan las exageraciones.