Del beato Marcos puede contarse más sobre el período posterior a su muerte, que el de su breve vida. Nació cerca de Mantua en 1480 de piadosos padres, frecuentaba la vecina Iglesia de los Ermitaños Jeronimianos; a los dieciséis años, atraído por la vida religiosa, ingresó en la Orden en Migliarino, cerca de Mantua. Vivió como hermano quince años, en ocultamiento, mientras llevaba una vida de oración y de mortificación, que lo conduce a las alturas espirituales que llevan a la santidad, murió con apenas 30 años, el 24 de febrero de 1510.
Su tumba se convirtió en un lugar de peregrinaje, y su cuerpo, después de años, fue hallado incorrupto e intacto. Artistas famosos, en Mantua, Riva del Garda, Venecia, Verona, Ferrara, Roma y Nápoles, lo representaron con el halo de beatitud, y donde fuera que se propagara su culto, llovía abundantemente la gracia. Durante la guerra entre el emperador de Austria y el duque de Mantua, Migliarino fue arrasada, así como los alrededores de la ciudad. Los Jeronimianos se refugiaron en Mantua con todas sus pertenencias, incluyendo el cuerpo del beato. Después reconstruyeron una iglesia y el convento bajo el título de San Mateo, y allí pusieron el cuerpo, que permaneció durante unos 150 años.
En el siglo XIX, durante la ocupación napoleónica, el monasterio fue suprimido y se destruyó la iglesia, la urna volvió a migrar, de una iglesia de Mantua a otra, hasta finalmente ser depositada en la Catedral. Los obispos de Mantua, a partir de 1830, se asegurarán de que el culto del beato Marcos se hiciera oficial en la Iglesia, y fue el propio obispo de Mantua, Giuseppe Sarto, quien, convertido en papa con el nombre de Pío X, confirma el culto el 2 de marzo de 1906.
Traducido para ETF de un artículo de Antonio Borrelli.