EN 1893, el Papa León XIII confirmó el culto del monje cartujo Lanvino. Aunque es poco conocido en el exterior, su orden le ha profesado siempre gran veneración. Lanvino era normando de nacimiento. Hacia el año 1090 llegó a la gran Cartuja, y más tarde acompañó a San Bruno a Calabria. Cuando el santo fundador murió, en 1101, Lanvino fue elegido para sucederle en el gobierno de las dos abadías que la orden tenía entonces en el sur de Italia. Algunos monjes se habían opuesto a la elección de Lanvino. Queda todavía una carta que escribió el papa Pascual II al nuevo superior, para felicitarle de que sus monjes hubiesen resuelto pacíficamente sus diferencias; en la misma carta les recomienda que no presuman de la austeridad de su regla, sino que busquen en todas las ocasiones la paz y la unión con Dios.
En 1102, Lanvino fue a un sínodo en Roma. En 1104, el mismo Sumo Pontífice le escribió otras cartas, en las que alababa el celo con que había ejecutado los mandatos del sucesor de Pedro y le confiaba una difícil negociación con los obispos del sur de Italia. En 1105, Lanvino fue nombrado visitador de todos los conventos de Calabria para restaurar la disciplina monástica. Ocho años más tarde, el beato fue a Roma y obtuvo del papa Pascual una bula de protección de las abadías de la Cartuja. El beato Lanvino murió el 11 de abril de 1120, rodeado de la veneración de sus monjes, pero su fiesta se celebra en la Orden el día 14.
En los Annales Ordinis Cartusiensis de Dom Le Couteulx (vol. I) y en otras crónicas de la orden, se habla extensamente del Beato Lanvino. El acta de confirmación de culto, con una breve noticia, se halla en AAS 26 (1893-94), p. 32.