En la cárcel de Oxford, un compañero de prisión escribió el relato del martirio de Jorge Napper. El beato Jorge nació en 1550, en la casa señorial de Holywell, en Oxford. Su madre era sobrina del cardenal Guillermo Peto. El joven ingresó a los quince años en el Colegio de Corpus Christi. Tres años más tarde, fue expulsado por haberse negado a prestar el juramento de fidelidad. A fines de 1580, fue arrestado y estuvo prisionero nueve años, hasta que reconoció la supremacía regia. Arrepentido de su debilidad, Jorge ingresó en el Colegio Inglés de Douai, donde, en 1596, recibió la ordenación sacerdotal. En 1603, fue enviado a la misión de Inglaterra y durante siete años trabajó en el distrito de Oxford. El 19 de julio de 1610, fue arrestado al amanecer, en los campos de Kirtlington. El beato llevaba consigo una píxide con dos hostias consagradas y un relicario. Por increíble que parezca, los perseguidores no descubrieron esos objetos, pero encontraron en cambio el breviario y el depósito de los santos óleos, con lo que bastó para que el beato fuese condenado por el tribunal.
Sus amigos obtuvieron que se suspendiese la ejecución. Sin duda que el P. Jorge habría sido puesto en libertad, si no hubiese asistido a un criminal condenado que murió en el patíbulo confesando que era católico. «El pueblo se enfureció. Los pastores protestantes acusaron al sacerdote, organizaron una manifestación, exigieron justicia y se dirigieron a Abingdon para quejarse ante los jueces». El alcalde y el canciller de la Universidad interrogaron al P. Napper, quien confesó que había reconciliado con la Iglesia al criminal y se mostró dispuesto «a hacer otro tanto por sus señorías». El beato fue indultado por segunda vez, pero, a pesar de que se le dio a leer el tratado del archipreste Blackwell, en el que éste calificaba de «impío, herético y condenable» el poder que se atribuía al papa de deponer a los soberanos, se negó a prestar juramento de fidelidad en esa forma. Fue ejecutado en Oxford el 9 de noviembre. Antes de morir, oró públicamente por el rey Jacobo I.
En Challoner, Memoires of Missionary Priests, pp. 307-317, hay una noticia biográfica bastante completa; está basada en la carta de un compañero de prisión del beato, que es muy detallada. Véase también Stapleton, Oxfordshire Missions; y sobre todo Bede Camm. Forgotten Shrines, pp. 149-182.