Fernando Santamaría nació el 4 de mayo de 1883 en Pontecorvo, Italia, en el seno de una familia que llegaría a tener cinco hijos y de los cuales Fernando fue el primero. Su padre se llamaba Pietro Paolo y su madre Cecilia Ruscio. Se le brindó en la casa una sólida formación religiosa, completada con la catcquesis parroquial, a la que el niño asistía asiduamente. En mayo de 1891 recibió la primera comunión y desde entonces frecuentó este sacramento del que fue muy devoto. A los siete años, además, se ofrece como monaguillo en su parroquia; y a los nueve ingresa en la Congregación de la Inmaculada, siendo muy fiel a sus prácticas de piedad. Igualmente fue miembro del coro parroquial. A los doce años ya daba catecismo a los niños más pequeños y mostraba sus habilidades como posible futuro predicador.
Su vocación religiosa surgió cuando a los trece años comenzó a frecuentar los retiros que daban los padres pasionistas en el Santuario de la Virgen de las Gracias, en el propio Pontecorvo. Cuando le manifestó a su padre su deseo de ser pasionista, su padre le mostró su contrariedad porque él tenía otros planes para su hijo, trató de disuadirlo con halagos y también con castigos, pero, viendo la constancia de su hijo, se avino a la voluntad del muchacho y le dio su licencia. Pudo así ingresar el día 15 de febrero de 1899 en la congregación pasionista en Santa María de Pugliano, junto a Paliano, y empezar su noviciado el 5 de marzo siguiente, tomando el nombre de Grimoaldo de la Purificación. Este nombre de Grimoaldo lo tomaba del santo patrono de su pueblo.
El 6 de marzo de 1900 hizo la profesión religiosa. Marchó entonces al estudiantado de Santa María de Corniano, cerca de Ceccano, para hacer allí los estudios eclesiásticos. Vivía con gran intensidad los votos religiosos, singularmente el cuarto: vivir y propagar la devoción a la pasión del Señor. Era sumamente devoto de la Virgen María. Llevaba una vida sencilla y sin hechos extraordinarios pero totalmente entregada a Dios, siendo sus compañeros testigos de la pureza, humildad, piedad y espíritu de mortificación y exquisita caridad fraterna con que Grimoaldo vivía la vida religiosa. Tenía sólo 19 años cuando le sobrevino una meningitis aguda y se vio que su vida corría muy serio peligro. Él aceptó con serenidad y alegría la voluntad de Dios, y se dispuso al encuentro con el Señor con una ejemplar confianza y entrega en su divina providencia. Y así le llegó la muerte el 18 de noviembre de 1902. Fue beatificado por Juan Pablo II el 29 de enero de 1995.