El hermano Kugler, (1867 - 1946) ingresó a los 26 años a la orden de San Juan de Dios, luego de haber entrado en contacto con esta comunidad durante la construcción de un hospital en Reichenbach (Alemania). Durante casi toda su vida religiosa fue prior de diversas comunidades y de su Provincia religiosa. Cargo al que era reelegido por voluntad de los propios miembros de la Orden. Tenía un gran sentido de la justicia y un talento para la organización. Bajo su mando estaban 16 hospitales con 2.500 personas asistidas. En 1929 se inauguró un magno hospital (masculino y femenino) con su iglesia en Regensburg (Ratisbona), en honor a san Pío V.
Se preocupó de que se atendiera principalmente a los pobres. Escribió los criterios para acompañar a los enfermos en los hospitales que se rigen en la actualidad. Aún con esta responsabilidad, pasaba las noches caminando por los pasillos del hospital velando por las necesidades -aun de las más pequeñas- de los enfermos. Para el postulador de su beatificación, el hermano Félix Lizaso, Kugler vivió su llamado en medio de dos importantes pilares: "Una realidad existencial profunda en la comunidad, con una vida de fe y espiritualidad, y una vida de entrega a los enfermos".
Como muchas otras órdenes religiosas y la misma Iglesia, los hermanos de San Juan de Dios eran acechados por los nazis. También lo eran los mismos enfermos que ellos atendían. Muchos fueron deportados ya que los nazis los consideraban un tumor para la sociedad, pero el hermano Kugler puso todo su empeño por salvarlos de la cámara de gas. El 17 de agosto de 1943 hubo un gran bombardeo sobre Regensburg. Los alrededores del hospital fueron destruidos. En cambio, este centro de salud quedó intacto. "Podemos decir que aquí hay un santo, que nos ha salvado de la guerra y de las bombas", decía un pastor evangélico.
Sufrió mucho por la devastación nazi. Soportó más de 30 interrogatorios de la Gestapo. Fue tal su impresión que durante uno de estos cayó desmayado. "Además de no delatar a ningún hermano, ni a otras personas, mantuvo gran silencio en su comunidad sobre los interrogatorios y trato recibido. Ni se quejó ni insultó a los policías", testimonia Lizaso. Hubo hermanos que abandonaron la Orden, deslumbrados por la ideología; esto golpeó profundamente a Eustaquio, pero guardando la calma, se refería a los nazis diciendo: "Esos árboles no crecerán hasta el cielo".
"No era una persona de oficiales estudios teológicos, pero sí de una espiritualidad ascética profunda, una innegable vivencia mística por su vida interior y profundidad de fe, que acompañaba a sus actos en auténtica respuesta de amor a Dios", asegura su postulador. El hermano Kugler murió en 1946 de un tumor en el estómago. Han pasado más de 60 años después de su tránsito. Hoy sus hermanos, así como miles de fieles en Regensburg admiran de él su sencillez, su sabiduría y su espíritu de servicio.
Etractado del artículo firmado por Carmen Elena Villa en Zenit.org, con ocasión de la beatificación en 2009.