La vida de este confesor de la orden de Frailes Predicadores transcurrió en la oscuridad de su celda y el tranquilo desempeño de sus deheres ordinarios, sin preocuparse nunca por las cuestiones públicas de carácter eclesiástico o secular. Había nacido, en la aldea catalana de Santa Columba y, eventualmente, fue enviado por sus padres a estudiar en la Universidad de Montpellier. Allí tuvo que entablar una verdadera lucha moral y física para no dejarse arrastrar a la vida desordenada que practicaban la mayoría de los estudiantes, hasta que al fin, con ayuda de la gracia de Dios, triunfó de las tentaciones y, al terminar sus estudios, fue aceptado por los dominicos en Girona. Dalmacio tenía entonces veinticinco años y, después de hacer su profesión, pasó muchos años más dedicado a la enseñanza como maestro de novicios.
A las penitencias prescritas por la regla de su orden, agregó voluntariamente muchas otras mortificaciones, como la de abstenerse de beber durante tres semanas consecutivas y dormir sentado sobre una incómoda silla. Gustaba de orar en campo abierto, en los lugares donde la hermosura de la naturaleza le hablase de la gloria de Dios. Se afirma que cierto día se advirtió la ausencia del hermano Dalmacio, y el fraile que fue a buscarlo, le encontró literalmente arrebatado en éxtasis; en otra ocasión, tres personas le vieron elevado a dos palmos del suelo. Las lecciones de su oficio dicen que a Dalmacio se le conocía en el convento como «el hermano que habla con los ángeles». Con los mujeres nunca hablaba, a no ser que les diese la espalda y no pudiese verlas. Las descripciones sobre su apariencia personal concuerdan en mostrarle como un hombre feo, carente de atractivos.
El hermano Dalmacio expresó siempre su deseo de terminar sus días en las cuevas de La Sainte Baume, donde según las leyenda provenzales pasó los últimos treinta años de su vida Santa María Magdalena, patrona de la orden de los dominicos. Su deseo no le fue concedido, pero se le autorizó a cavar una cueva en los terrenos del convento, en Girona, y allí vivió durante cuatro años, sin abandonar el incómodo sitio más que para asistir al coro, a los capítulos y al refectorio. El beato Dalmacio murió el 24 de septiembre de 1341 y su culto fue confirmado en 1721.
Al escribir sobre el beato Dalmacio en Acta Sanctorum, sept. vol. VII, los bolandistas no pudieron recurrir a ]a biografía original de este santo asceta, escrita por su contemporáneo y hermano en religión, el famoso inquisidor Nicolás Eymeric. En consecuencia, reprodujeron en latín la versión al español de aquella biografía, traducida por Francisco Diego para su historia de los frailes predicadores en su provincia de Aragón. Sin embargo, en los primeros años del presente siglo, llegó a identificarse una copia del original de Eymeric y Fr. van Ortroy la editó en la Analecta Bollandiana, vol. XXXI (1912), pp. 49-81. Esta memoria es muy interesante puesto que se ha comprobado que, a diferencia de la mayoría de los documentos hagiográficos, fue escrita antes de que se cumplieran diez años de la muerte del personaje tratado.