Según el relato tradicional, el beato Bertoldo nació en Limoges y estudió teología en París, donde fue elevado al sacerdocio. Con su pariente Aimerico, que después llegó a ser patriarca latino de Antioquía, acompañó a los cruzados hacia el Oriente, y se encontraba en Antioquía en el tiempo en que ésta fue sitiada por los sarracenos. Se dice que tuvo una revelación divina, por la que se le dio a conocer que el sitio de la población era un castigo por los pecados y especialmente por la vida licenciosa de los soldados cristianos. Bertoldo se ofreció en sacrificio e hizo voto de que si los cristianos eran salvados de ese gran peligro, dedicaría el resto de su vida al servicio de la Santísima Virgen. En una visión se le apareció Nuestro Señor acompañado de Nuestra Señora y san Pedro, llevando en sus manos una gran cruz luminosa; el Salvador se dirigió a Bertoldo y le habló de la ingratitud de los cristianos, en pago por todas las bendiciones que habían llovido sobre ellos. Debido a las insistencias y advertencias del santo, los ciudadanos y los soldados fueron movidos a penitencia. Aunque estaban débiles por los ayunos y privaciones, salieron completamente victoriosos cuando tuvo lugar el siguiente asalto y la ciudad y el ejército fueron liberados.
Todo esto, sin embargo, es una leyenda muy posterior y poco digna de confianza. Lo cierto es que por los esfuerzos de un Bertoldo, pariente del patriarca Aimerico, se formó una congregación de sacerdotes en el Monte Carmelo. Se dice que Bertoldo llevó a su comunidad muchos de los dispersos ermitaños latinos que habían habitado anteriormente en la comarca. Más aún, gracias a su desprendimiento y santidad, fue un ejemplo para la Orden de los Carmelitas, de la que es llamado a menudo fundador. Parece haber sido probablemente su primer superior, y haber sido alentado por Aimerico, quien nunca fue, como se ha afirmado, legado de la Santa Sede. La vida de Bertoldo transcurrió, en gran parte, en la oscuridad y no hay mucho que relatar acerca de él, excepto el haber emprendido la construcción y reconstrucción de edificios monásticos y el haberlos dedicado en honor del profeta Elias. Así lo informó después Pedro Emiliano al rey Eduardo I de Inglaterra, en una carta fechada en 1282. El beato Bertoldo gobernó la comunidad por cuarenta y cinco años y parece haber permanecido allí hasta el tiempo de su muerte, que ocurrió alrededor del año 1195.
Los orígenes de la orden carmelitana son oscuros, porque los historiadores de la propia Orden, ya en el siglo XIV, como pretendían que descendía por línea directa de la escuela profética de Elías en el Antiguo Testamento (los llamados «Hijos de los Profetas»), no registraron adecuadamente los auténticos hechos fundacionales, que habían sucedido apenas dos siglos antes. El padre Papebroch, el bolandista del siglo XVII, escribiendo en el Acta Sanctorum, marzo, vol. III, sostenía que el beato fue el primer superior de la orden carmelitana y que los ermitaños que él reunió a su alrededor no tenían más comunicación con Elias, que el hecho de haber vivido cerca del Monte Carmelo y haber venerado su memoria. Esta afirmación llevó a una deplorable y acre controversia que duró más de dos siglos, pero todos los estudiosos están de acuerdo hoy en que la opinión del bolandista estaba plenamente justificada. Falta evidencia histórica que pueda establecer cualquier clase de continuidad entre el grupo de ermitaños carmelitas de Bertoldo y los «Hijos de los Profetas».
Ver B. Zimmerman, Monumenta Histórica Carmelitana, pp. 269-276, en la Catholic Encyclopedia, vol. III, pp. 354-356; el Acta Sanctorum, marzo, vol. III; Analecta Ord. Carmel, vol. III, pp. 267-368 ss; C. Kopp, Elias uni Christentum auf dem Karmel (1929) ; y Fr. François, Les plus vieux textes du Carmel (1945). Nótese que el beato (llamado santo en muchos textos) no ha sido formalmente beatificado ni canonizado, ni en realidad tampoco hubo un acto explícito de aprobación del culto. En 1672, bajo el pontificado de Clemente IX, se aprobaron los textos propios para su oficio litúrgico, lo que puede tomarse como una cierta confirmación oficial.