Este predicador y escritor franciscano se llamaba Juan Amici, y nació en Fossa, en la región italiana de Abruzzo, el año 1421. Inteligente por naturaleza, destacó en los estudios de su tiempo, y se doctoró en Jurisprudencia, en Perusa. En 1445, con 21 años, se hizo fraile menor de la observancia en el convento perusino de Monterípido. Profesó la regla en manos de san Jacobo de la Marca, y cambió su nombre por el de Bernardino. Aunque es más conocido por Bernardino de Fossa, también se le conoce como Bernardino de L'Áquila.
Como verdadero hijo de san Francisco, fray Bernardino se propuso seguir las huellas de san Bernardino de Siena, a quien oyó predicar en varias ocasiones, quedando fascinado sobre todo por su predicación en Santa María de Collemaggio de L'Aquila, que versó sobre la Asunción de María al cielo en cuerpo y alma. Se cuenta que, en esa ocasión, la multitud, entre la que se encontraba el beato Bernardino, pudo contemplar en el cielo una estrella cuya luminosidad superaba a la del sol. De san Bernardino trató de imitar el espíritu de fe y recogimiento, su prudencia, humildad y modestia, y su celo ardiente por la gloria de Dios. También llegó a san Juan de Capistrano, otra las cuatro columnas de la observancia italiana, con Bernardino de Siena, Jaime de la Marca y Alberto de Sarteano.
Por sus capacidades organizativas, espirituales y de liderazgo, se le confiaron varios encargos en los conventos de Gubbio, Stroncone y otros del territorio umbro, y en otros de Abruzzo, especialmente en el de L'Áquila. Fue vicario provincial en su región, en los trienios 1454-57, 1457-60 y 1472-75, y vicario de Bosnia y Dalmacia entre los años 1464-67. También desempeñó el cargo de Procurador general de la observancia cismontana ante la Curia romana entre 1467 y 1469, tomó parte el los capítulos generales cismontanos de L'Áquila (1452), Asís (1455), Milán (1457), Roma (1458) y Mantua (1467), y parece ser que rechazó la mitra episcopal de su diócesis natal. Como predicador erudito, popular y convincente, recorrió ciudades y pueblos anunciando la palabra de Dios, suscitando gran entusiasmo y consiguiendo no pocas conversiones. Memorable fue la predicación cuaresmal que tuvo en Sebenik (Dalmacia), en 1465 Ocho meses los pasó en cama, entre grandes sufrimientos que soportó con resignación, hasta que un día se le apareció san Bernardino y obtuvo e él la total curación.
Libre de compromisos regresó a su tierra, donde prosiguió sus andanzas apostólicas con renovado brío. Fundó algunos conventos, como el de Santo Ángel d'Ocre, donde estuvo viviendo hasta avanzada edad. Cansado por tanta fatiga apostólica y por las penitencias, se retiró finalmente en en el convento de San Julián, en las cercanías de L'Áquila. Aquí dedicó los últimos años de su vida a divulgar sus escritos, pues también fue un escritor sabio y fecundo de obras principalmente históricas y teológicas, la mayoría de las cuales han quedado inéditas. Su biógrafo y sobrino Antonio Amici publicó algunas en 1572, y son una rareza de gran valor, por los escasos ejemplares que se conservan. Es imposible recordar aquí todos los títulos publicados en varias ediciones a partir de 1572, entre los que destaca la primera biografía escrita de san Bernardino de Siena y la «Crónica de los Frailes Menores de la Observancia». Esta interesante crónica fue publicada en Roma en 1902, a partir de un manuscrito, por Leonard Lemmes, con un prefacio biográfico y un estudio crítico de sus escritos. Los no publicados son «Centurio» (201 sermones), «Quodlibetum» (145 sermones), «Quaestiones duae» relativas a los franciscanos, y «Sermones varii» (154 predicaciones).
Murió el 27 de noviembre de 1503, a los 83 años. Desde entonces se le rindió siempre culto de beato, tanto en Italia como en toda la familia franciscana observante. El papa León XII aprobó el culto el 26 de marzo de 1828.
En la imagen: Asunción de la Virgen con el beato Bernardino di Fossa (a la derecha) y otros dos santos, fresco en el techo de la iglesia de Santa María Asunta, en Fossa.