Bartolomé Pucci-Franceschi nació en Montepulciano, hijo de Puccio di Francesco, nombres que fueron unidos para formar el apellido familiar. En su juventud casó con Milla, hija del capitán Tomás de Pécora, de la cual tuvo cuatro hijos, que hacia 1290 ya habían llegado a la mayoría de edad, cuando él, con 45 años de edad, decidió ingresar entre los Hermanos Menores del convento de San Francisco de Montepulciano.
Las crónicas exaltan su memorable renuncia a la familia y al rico patrimonio, su caridad para con los pobres en los tiempos de carestía, y varios milagros. El Señor le había inspirado consagrarse a su servicio y él, dócil a la divina llamada, proveyó al porvenir de sus hijos y, con el consentimiento de su mujer, se hizo religioso hermano.
En la vida de convento llegó a ser modelo de perfección. Durante la oración a menudo era arrobado en éxtasis, su rostro se volvía radiante con una luz celestial, su alma encendida en un fuego divino. Se reputaba tan pequeño y pobre que no se atrevió a ser sacerdote, pero los superiores se lo impusieron y, después de un tiempo de estudios filosóficos y teológicos fue ordenado sacerdote y de inmediato se entregó humilde y devotamente al sagrado ministerio con fervor y santa vida. También entonces era tanta su humildad, que hubiera deseado vivir ignorado de todos. Su amor por el prójimo y especialmente por los más pobres y desdichados era grandísimo. Por sus oraciones a menudo Dios multiplicó el alimento para su comunidad y a favor de los necesitados.
Frecuentes apariciones de la Santísima Virgen, de ángeles y de santos lo llenaban de tanta alegría que parecía estar ya en el paraíso. Fue para toda la comunidad modelo de observancia exacta de la regla de San Francisco, del espíritu de pobreza, de castidad y de penitencias con las cuales martirizaba su cuerpo. Bartolomé se durmió serenamente en la paz de los justos el 6 de mayo de 1330. Fue sepultado en la iglesia de San Francisco, donde permaneció hasta 1930. Luego fue trasladado a la iglesia de San Agustín. Un catálogo de 1538 recuerda que sus reliquias se conservaban en una urna de nogal, expuesta a la pública veneración de los fieles y cerrada con dos llaves, de las cuales una era guardada por el superior del convento y la otra era confiada a los descendientes de la familia del Beato.