Carolina Isabel Frances nació en Regensburg, Stadthamhof el 20 de junio de 1797 y era hija única del capitán de barco Willibald Gerhardinger y su esposa Mary Frances Huber. Tanto en la casa como en la visita a los pobres y los viajes a través del Danubio hasta Viena, la ciudad imperial, sus padres la prepararon para la vida en sus diversos estilos y así despertaron la riqueza de sus dones de mente y corazón. Sus años de escuela con las Canonesas de Notre Dame ayudaron al desarrollo total de Carolina a través de una formación de carácter adecuadamente encauzado y una transmisión excelente de conocimiento en las asignaturas escolares de aquella época. Así ya en su niñez había desarrolllado aquellas cualidades que más adelante fomentarían su vocación y la ayudarían a cumplir sus exigencias: receptividad al mundo, amor por los pobres y una dirección firme de su persona hacia Dios.
La educación formal para niñas en el pueblo de Carolina llegó a un súbito fin en 1809, cuando el convento de Stadtamhof, conjuntamente con otras instituciones de la Iglesia, cayeron víctimas de la guerra y la secularización. Entonces George Michael Wittmann, párroco de la catedral y más tarde obispo auxiliar de Regensbur, alentó a su talentosa joven feligresa a convertirse en maestra; él mismol velaría por el entrenamiento necesario para ella. Su destreza como maestra hacía que las niñas estuvieran receptivas a sus instrucciones y formación. Durante más de dos décadas como maestra en la escuela de Stadtamhof hizo de ésta una escuela modelo. Comenzando en 1816, Carolina, con otras dos maestras en Stadtamhof, llevaron una vida dura de penitencia estricta y fervorosa oración. Durante estos años, sus deseos de entregarse completamente a Dios en la vida religiosa crecio con más fuerza. El obispo Wittmann vio en esto una señal de Dios para fundar una comunidad religiosa dedicada a la formación de las niñas y mujeres jóvenes. Preparó a Carolina para esta fundación, pero murió en 1833, antes de que su plan se realizara. Sin embargo, Carolina, con una confianza firme en Dios y apoyada por Francis Sebastián Job, un sacerdote amigo de Wittmann, siguió lo que ella reconoció como la voluntad de Dios: con dos compañeras ella comenzó a vivir la vida apostólica religiosa comunitaria en Neunburg vorm Wald el 24 de octubre de 1833. Ella hizo los votos religiosos perpetuos en Regensburg el 16 de noviembre de 1835 y después de esto llevó el nombre María Teresa de Jesús.
Ante la invitación del Rey Luis I, Madre Teresa transfirió la Casa Madre a lo que había sido el convento de las Pobres Claras en el Anger en Munich. Vio y tomó ventajas de las oportunidades de la metrópolis para la educación de sus hermanas y para la propagación de su comunidad en su país y en el extranjero. En 1847 sus primeras cinco misionera partieron para Norte américa; comenzando en 1850, las Hermanas Educadoras fueron a países del continente europeo fuera de Baviera. Vivían en pequeñas comunidades y trabajaban en escuelas, jardines de infantes y orfanatos, mayormente áreas rurales y pobres. Las hermanas se convirtieron en pioneras del desarrollo del sistema educativo del siglo XIX en Alemania e hicieron una contribución esencial a la organización del sistema escolar parroquial en Norte América.
Madre Teresa reconoció que la rápida expansión mundial de la joven comunidad necesitaba un fuerte liderato. En la lucha sobre un punto en la regla que estipulaba un gobierno central de la congregación a través de una superiora general, la visión de Madre Teresa fue confirmada: después de una larga y dolorosa controversia con el arzobispo de Munich-Freising, ella recibió el reconocimiento papal para su congregación en 1854 y en 1865 su borrador de la regla fue aprobado por la Sede Apostólica. Así, la unidad de su congregación quedó asegurada y una nueva forma de gobierno para congregaciones religiosas fue aceptada por la Iglesia.
El 9 de mayo de 1879 Madre Teresa siguió la última llamada de Dios en su vida terrena y se fue a casa en la paz del Señor a su misión final, que ella misma describió como «adorar y amar eternamente; regocijarse eternamente en la gloria de Dios y de sus santos». Fue beatificada por SS Juan Pablo II el 17 de noviembre de 1985.