Cuando la pequeña Constanza Troiani, que había quedado huérfana de madre a los seis años y medio, traspasó los umbrales del conservatorio de Santa Clara de Ferentino (Frosinone) y fue entregada en custodia y educación a las enclaustradas que lo dirigían, nadie habría podido imaginar que aquella era la criatura destinada por Dios a fundar el primer instituto misionero italiano.
La niña era originaria del Giuliano de Roma, donde nació y fue bautizada el 19 de enero de 1813. Su padre fue Tomás Troiani, acomodado consejero comunal y organista en la parroquia, la madre fue Teresa Panici-Cantoni. La muerte de la señora Teresa, ocurrida en 1819, dio origen a la dispersión de la familia Troiani. Constanza fue encomendada al monasterio de Santa Clara.
Con el corazón traspasado por el dolor, muy pronto logró superar tan gran herida y orientarse hacia aquel que bien pronto se convierte para ella en el amabilísimo Dios, que la llena de su amor. A los 16 años decidió ingresar como hermana en el monasterio. Tomó el hábito el 8 de diciembre de 1829 y se convirtió en Sor María Catalina de Santa Rosa de Viterbo; un año después emitió los votos religiosos. La joven hermana que ya había iniciado su vida ascética hacia la perfección religiosa y en amoroso servicio, tuvo a los 22 años una clara llamada a la vida misionera pero ya tenía 46 años cuando pudo finalmente realizarla.
Aceptando la invitación del Vicario Apostólico de Egipto, el franciscano Perpetuo Guasco, un grupito de seis hermanas de Ferentino, de las cuales sor María Catalina era el alma, el 14 de septiembre de 1859 partió para el Cairo, donde tuvo comienzo la nueva obra de Dios en la tierra de los Faraones. Clot-Bey fue el nuevo centro, que como pequeño faro irradió luz de testimonio evangélico sobre el pobre barrio árabe, atrayendo vocaciones inesperadas de todas partes. Con nuevo personal la madre María Catalina pudo abrir en El Cairo otras dos casas y fundar otras más en diversas localidades. El 5 de julio de 1868, por decreto pontificio fue erigido el nuevo instituto y familia religiosa de la Tercera Orden Regular de San Francisco: la Madre Troiani pasó así de clarisa a terciaria y siempre se sintió hija fiel y auténtica de san Francisco y santa Clara. Erigida la Congregación, el celo de María Catalina sobrepasó los límites de El Cairo. Abrió siete casas en Egipto, Palestina, Malta y en Italia, donde abrió una casa en Roma y otras en otras ciudades.
Su piedad moldeada en ambiente semiclaustral, con devociones particulares al Sagrado Corazón, a las fiestas marianas, a San José, a los Ángeles custodios y a san Francisco Estigmatizado adquirió aspectos precursores. La comunión diaria y su espiritualidad le abrieron a más amplios horizontes de la caridad evangélica, ejercida con felices reflejos sociales. Católicos, ortodoxos y musulmanes veían en ella la presencia concreta de la providencia de Dios. Se durmió en el Señor a los 74 años de edad el día 6 de mayo de 1887 en la casa de Clot-Bey, teatro de su caridad ilimitada y en su prolongado trabajo, entre el llanto de los cristianos y de los musulmanes. Fue beatificada por Juan Pablo II el 14 de abril de 1985.