Escritora, teóloga, apóstol, santa, así habla de ella su biógrafo, el P. Domenico Abrescia. Estudió en su casa italiano, francés, música, pintura, bordado y, a escondidas, también latín. A los 19 años es enfermera entre los enfermos de cólera de Lucca, y a los 22 la ataca un mal que la postra por casi ocho años en el lecho. Y ella mientras estudia a los Padres de la Iglesia, crea un grupo de «Amistad espiritual» entre quienes la visitan, proyecta nuevas formas de vida contemplativa. Una vez curada, estudia y viaja: en 1870 asiste en Roma a una sesión del Concilio Vaticano I; y en Lucca, luego de pruebas y fracasos, nace por su mano una comunidad femenina, aunqeu de vida activa, dedicada a la educación de las jóvenes y consagrada a santa Zita, patrona de la ciudad. Es una comunidad sin votos, una fraternidad de voluntarias de la enseñanza, conducida por ella a través de sus escritos: sus ágiles «librini» (libritos) son eficaces guías para la profundización de la fe. Entre ellas es recogida por cierto tiempo, y hace su primera comunión, santa Gema Galgani.
Más tarde el instituto será reconocido por la Iglesia como congregación religiosa. Con su comunidad, la beata ha tenido conflictos y problemas. Pero decide lanzarse igual a una empresa que va más allá de la congregación, más allá de Luca, más allá de Italia, para recalar en la Iglesia entera. esto lo ha pensado en secreto por años, y ahora comienza: es necesario reconducir a todos los fieles a la conciencia y el amor por el Espíritu Santo, de quien Cristo dijo: «Él os guiará a la verdad completa» (Jn 16,13). Los cristianos están muy escasamente anoticiados de la perspectiva gloriosa que ofrece el «reverso de Babel» (como lo llamará en 1987 Severino Dianich), renovando el evento de la Pentecostés de Jerusalén. Es tiempo de obrar, y nadie la detiene: escribe al papa León XIII, insiste, vuelve a escribir, pedirá incluso audiencia; pide con fuerza por un «retorno al Espíritu», que en el siglo siguiente será vivamente anunciado por movimientos y grupos.
Tres documentos pontificios, entre 1895 y 1902, invitan a trabajar en esta dirección, personalmente querida por León XIII; y el viejo papa da a las Hermanas de Elena el nombre de Oblatas del Espíritu Santo. Clarísimo signo de que en Roma ha sido comprendida. Pero en Lucca, en su propia casa, se le ponen en contra: sus hermanas e hijas espirituales. Y se llega a su dimisión como Madre general de la congregación, e incluso con acompañamiento de inicuas humillaciones. Elena acepta incluso esto, sostenida por las hermanas que le permanecen fiel, y por su límpida visión del ejemplo de amor, que necesita siempre saber sufrir. Es su momento más alto. Que se cierra a la mañana del Sábado Santo, justo después de haberse puesto el hábito de oblata del Espíritu Santo. Era 11 de abril de 1914. Su cuerpo está sepultado en Lucca, en la iglesia de San Agustín. Juan XXIII la proclamó beata en 1959. La fecha de inscripción en el Martirologio es el 11 de abril, mientras que en Lucca se la celebra el 23 de mayo.
Traducido para ETF de un artículo de Domenico Agasso en Famiglia Cristiana. En AAS 51 (1959), págs. 387-388 está el acta de beatificación, con una breve semblanza latina.