Hunerico, el rey arriano de los vándalos, sucedió a su padre Genserico en 477. Al principio mostró cierta moderación respecto a sus súbditos católicos ortodoxos en Mauretania, pero en 480, acudió de nuevo a una política de implacable persecución. Entre las víctimas de más importancia, hubo un grupo de mártires que honramos en este día. Entre ellos sobresalió Victoriano, original de Hadrumeto, que era uno de los ciudadanos más ricos de Cartago y que había sido nombrado procónsul por el mismo Hunerico. Cuando se publicaron los edictos de persecución, el rey vándalo hizo todo lo que estaba en su poder para inducir a este magistrado católico a convertirse al arrianismo. Al fracasar las promesas y amenazas para conmover su adhesión a la verdadera fe, el valiente mártir de Cristo fue sujeto a horribles tormentos, pero perseveró con gloria hasta ser liberado por la muerte.
El Martirologio Romano une a Victoriano con cuatro mártires que sufrieron al mismo tiempo. Dos de ellos, que eran hermanos, fueron sujetos a la misma tortura que, más de mil años después, fuera empleada por Topcliffe, el perseguidor de sacerdotes en Inglaterra, para probar la constancia de los mártires de la época isabelina. A los dos hermanos se les suspendió de las muñecas y se les colgaron pesas a los pies. Se dice que, cuando uno de ellos dio señas de que su fortaleza se debilitaba, el otro lo exhortó con tanta fuerza a sostenerse en su fe, que el desfalleciente hermano gritó a los verdugos que no le disminuyeran, sino que le aumentaran el suplicio. Ambos fueron después quemados con planchas de hierro al rojo vivo, pero soportaron todo pacientemente hasta el final.
Nuestra autoridad en estos hechos es la Historia de la Persecución Vandálica por san Víctor, obispo de Vita, un contemporáneo.