Casi todos los martirologios que existen en el Occidente, hacen mención de los santos Valerio y Rufino, martirizados en Soissons o en sus proximidades, a fines del siglo tercero. De acuerdo con algunos de los relatos, eran dos misioneros que formaban parte del grupo enviado desde Roma para evangelizar aquella región de las Galias. Pero otras narraciones afirman que fueron dos muchachos galoromanos que desempeñaban el cargo de guardianes en los graneros de alguno de los puestos del Imperio a lo largo del río Vesle.
De cualquier manera, lo que interesa es que Valerio y Rufino eran cristianos y practicaban su religión abiertamente. Al desatarse la persecución de Diocleciano, los dos jóvenes, al tanto de que eran hombres marcados para un destino fatal, huyeron a esconderse en una cueva de alguno de los bosques vecinos. Ahí se les descubrió y fueron aprehendidos. Después de haber confesado sus creencias, fueron brutalmente azotados y sometidos a diversas torturas que soportaron con entereza; al fin, se les condenó a morir degollados. En el sitio donde fueron sepultados se erigió una iglesia y, con el tiempo, surgió ahí la ciudad francesa de Bazoches. El hecho de que los dos nombres figuren en este día en el Hieronymianum, nos permite suponer que, desde tiempos antiguos, se veneró a los dos mártires, pero eso es todo lo que se puede saber sobre ellos, en concreto.
Los dos breves textos de la supuesta pasión de estos santos están impresos en el Acta Sanctorum, junio, vol. III, pero hay otro, mucho más extenso, escrito por Pascasio Radbertus. La imagen corresponde a las esculturas de los santos en la catedral de Soissons.