Era necesario ser tan incapaz como la emperatriz Tseu-Hi para hacer el intento de restablecer la política china, por medio de los servicios de aquella asociación de bandoleros que era la de los «boxers» (es el nombre que le dieron los ingleses, aunque en chino se llamaron Yihetuan), combatidos desde mucho tiempo atrás por el gobierno. Cuando la emperatriz les hizo saber que, a falta de aprobación oficial les dejaría hacer a su antojo, ellos no imaginaron otro medio mejor para libertar a China de los extranjeros, que el de desencadenar una verdadera guerra civil con pillaje, incendios y asesinatos. Algunos mandarines, conscientes de lo absurdo del método, persiguieron a los boxers como delincuentes; otros, sobre todo en las provincias vecinas a Pekín, cumplieron las directivas de la emperatriz y llegaron hasta prestar a los boxers el apoyo de las tropas regulares.
Desde 1898, los cristianos sintieron los efectos del odio de los boxers, quienes los consideraron como cómplices de los extranjeros. Los cristianos comprendieron en seguida que no podían esperar ninguna protección por parte de las autoridades y se organizaron entre ellos, fortificando sus ciudades para que les sirvieran de refugio en caso de peligro. En 1900 se agudizó la amenaza. Las casas fueron incendiadas. El asesinato de dos misioneros, el 19 de junio, marcó el principio de la persecución sangrienta contra las misiones de los jesuitas. La muerte de los dos mártires apresuró la huida de los cristianos a la ciudad fortificada de Tchou-Kia-Ho. El padre Mangín, encargado desde 1897 de la sección de King-Tchéou, que comprendía las dos cristiandades de King-Tchéou y la de Tchou-Kia-Ho, organizó la resistencia.
León Ignacio Mangin, el último de una familia de once hijos, nació el 31 de julio de 1857 en Verny, cabecera del cantón al sur de Metz, en donde su padre ejerció por seis años las funciones de juez de paz. Hizo sus estudios elementales en el internado dirigido por los Hermanos de las Escuelas Cristianas, en Beauregard, cerca de Thionville. En 1867, su padre fue trasladado a Sedán y el niño fue puesto en el colegio de Saint-Clement de Metz, dirigido por los jesuitas. Pero éstos fueron expulsados por los alemanes en 1872, y León Ignacio los siguió y pasó tres años en el colegio de Amiens, donde se habían refugiado. Por su dinamismo y alegría, era muy querido de sus compañeros, los que no se sorprendieron poco, cuando el 5 de noviembre de 1875, vieron que ingresaba al noviciado de los jesuitas en Saint-Acheul, cerca de Amiens, aquel muchacho a quien creían tan casquivano como ellos mismos. Sus dos años de noviciado y sus cuatro de estudios literarios y filosóficos en Lovaina pasaron sin mayores peripecias. El 2 de noviembre de 1881, fue nombrado profesor para sexto grado en el colegio de Saint Gervais en Lieja. Durante algún tiempo, se preocupó por las misiones, pero tanto le interesaron sus clases, que no volvió a pensar en otra cosa, sino hasta junio de 1882, cuando su provincial le propuso, inesperadamente, enviarlo a China. Un tanto desconcertado al principio, aceptó y, después de haber pasado quince días con su familia, se embarcó para Marsella, el 17 de septiembre de 1882. Llegó a Tsien-Tsin seis semanas más tarde.
Durante cuatro años, estudió la teología y la lengua china. Fue ordenado sacerdote el 31 de julio de 1886, el día que cumplió 29 años. Su primer puesto fue el distrito de Kou-Tcheng, en la misión de Tche-Li. Se reveló como un buen administrador y organizador calmado y firme; poseía además una alegría comunicativa. Después de tres años, en 1890, lo trasladaron al sector de Ho-Kien-Fou en calidad de ministro. Este cargo le imponía el cuidado de velar por los intereses de 20.000 cristianos del distrito. Él los defendía ante las autoridades civiles y aun éstas, a pesar de su paganismo, no tardaron en apreciar su amabilidad y su destreza. Lamentaba un tanto el verse completamente absorbido por los cuidados de administración porque casi no disponía de tiempo para el cuidado de las almas, pero aceptaba esta situación porque, por ningún motivo, se hubiese permitido transgredir los mandatos de la obediencia. Se alegró muchísimo cuando, al final de 1897, le encargaron la sección de King-Tcheou, que comprendía esa cristianidad y la de Tchou-Kia-Ho. Esta última tuvo que ser fortificada en vista de los malos tiempos que se avecinaban. Cuando se enteró de la muerte de sus dos compañeros, el padre Mangín se refugió en Tchou-Kia-Ho, junto con un hermano suyo en religión, el padre Pablo Denn, sacerdote de la Compañía de Jesús nacido en Lila, el 1° de abril de 1847.
Tchou-Kia-Ho se convirtió muy pronto en un asilo para 3.000 cristianos. El padre Mangín sabía que el norte de su distrito ya había sido atacado, pero no imaginaba que su ciudad no tardaría en serlo también. Los boxers aparecieron el 14 de julio, pero se los hizo retroceder. Los ataques que emprendieron durante los tres días siguientes, resultaron en otras tantas derrotas para ellos. Pero el 20 de julio, regresaron apoyados por las tropas regulares y, hacia las siete de la mañana, vencieron la defensa y entraron en la ciudad, en donde mataron a todos los transeúntes que encontraron al paso. Más de mil personas se habían refugiado en la iglesia; el padre Mangín y el padre Denn se colocaron ante el altar para dar valor y reconfortar a sus ovejas aterrorizadas. Los boxers llegaron, abrieron a empellones la puerta de la iglesia, pero no entraron, sino que, desde fuera vociferaron: «A todos los que salgan se les perdonará la vida». El padre Mangín, que no quería ver a su grey dispersada, alzó el crucifijo y habló a sus fieles: «Quedémonos aquí», les dijo, «¿qué importa si es ahora o después? Tarde o temprano nos veremos todos en el cielo». El padre Denn avanzó entre los fieles mientras recitaba el Confiteor y después el acto de contrición. El padre Mangín dio a todos la absolución general. Los boxers impacientes por la tardanza, comenzaron a hacer disparos al aire. Después abrieron el fuego contra los cristianos que se hallaban en el interior de la iglesia.
María Tchou-Ou-Cheu trató de defender con su cuerpo al padre Mangín y cayó herida. El padre Denn, alcanzado por las balas, se arrodilló ante el padre Mangín, para recibir la última absolución, segundos antes de que una descarga le abriese el pecho. Mientras tanto, los boxers habían prendido fuego al techo de esteras y cañas de la iglesia, por donde las llamas se extendieron rápidamente. La sotana del padre Mangín comenzaba a arder cuando una descarga lo hizo caer muerto al pie del altar. Al medio día, el techo de la iglesia se había desplomado sobre los cristianos ya muertos, y el fuego acabó de consumir sus cuerpos.
A este grupo de mártires anónimos hay que añadir todos aquéllos a quienes los boxers encontraron en las calles, en las casas o en los alrededores. El proceso de beatificación enumera cincuenta y seis nombres de las personas sobre quienes algunos testigos pudieron transmitir detalles. Este mismo día se celebran, aunque en entradas separadas del martirologio, otros santos de la misma ocasión: san Pedro Zhou Rixin, santa María Fu Guilin, santas María Zhao Gouzhi, Rosa Zhao y María Zhao, y san Xi Guizi.
La información del conjunto y una muy breve (poco más que lo que dice el elogio del Martirologio Romano) puede leerse en el decreto de beatificación, Acta Apostolica Sedis, 47 (1955), pág 381 a 388.