Según la leyenda, san Bernardo de Alcira fue un cisterciense español, martirizado en el año de 1180. Se llamaba Ahmed y era hijo de un emir; se educó en la corte de Valencia. El príncipe le envió a Cataluña con asuntos de negocios. A su regreso pasó por el monasterio de Poblet, recientemente fundado por los cistercienses en la diócesis de Tarragona. Ahmed, después de convertirse, se hizo monje. Pronto se le nombró ecónomo. Logró convertir a una tía y, después, en Valencia a sus dos hermanas Zoraida y Zaída, quienes cambiaron sus nombres por los cristianos de María y Gracia.
Pero otro hermano, llamado Ahemed, desde el momento en que tuvo la dignidad de emir, no contemporizaba con las apostasías de sus consanguíneos. Mandó arrestar a los tres fugitivos y los condenó a morir. Bernardo pereció colgado del tronco de un árbol por medio de un enorme clavo que le atravesó la cabeza. Sus hermanas fueren pasadas por la espada. Sus cuerpos fueron enterrados en el mismo lugar de su ejecución, en Alcira, cerca de Valencia. Cuando Jaume I de Aragón reconquistó en el siglo XIII aquellas tierras, construyó una iglesia que otorgó a los trinitarios para guardar las reliquias. Por los milagros, se concedió a estos mártires oficio y misa, que celebraban los cistercienses españoles; en 1871 la fiesta se extendió a la orden entera y se fijó el 1 de junio.
Ver Acta Sanctorum, 21 de agosto, vol. IV, pp. 452-463. Dictionaire d'histoire et de géographie ecclésiastique, vol. VIII, col. 574, por Canivez. A. M. Zimmermann, Kalendarium benedictinum, vol. II, pp. 605-607.