Aigulfo nació en Blois, tomó el hábito de monje en Fleury, que por entonces se hallaba en los primeros fervores entusiastas de la observancia benedictina, y fue un siervo ejemplar de la orden. Más o menos por el año de 670, el monasterio de Lérins, en el que el paso de los años y las incursiones de los moros habían quebrantado la disciplina, solicitó al de Fleury que le proporcionara un hombre digno de ser el abad. Aigulfo, monje con 23 años de experiencia y una reputación de firme virtud y estabilidad, fue enviado para ocupar el alto puesto. Pero como suele suceder en estos casos, algunos de los religiosos estaban contentos con las viejas reglas y decididos a recurrir a cualquier medio para frustrar los esfuerzos que se hiciesen o intentasen hacer para mejorar su disciplina. En Lérins, dos de los monjes, Arcadio y Columbo, fueron demasiado lejos: apelaron al gobernador local contra el nuevo abad y aquél mandó una compañía de soldados para que se mantuviera el orden en el monasterio. Los dos monjes rebeldes utilizaron a los soldados para secuestrar a san Aigulfo y a otros cuatro de sus principales partidarios y, atados de pies y manos, los metieron en un barco y los llevaron hacia alta mar. Por fin fueron desembarcados en la isla de Capraia (de las Cabras), entre Córcega y la costa de Toscana, donde les sacaron los ojos, les cortaron la lengua y, por fin, les mataron. Sólo uno de los monjes logró escapar y consiguió llegar hasta Lérins donde relató el trágico sucedido.
En contradicción con esta historia, se ha sugerido que es más razonable suponer que el abad y sus compañeros fueron sacados del monasterio por los soldados, quienes los abandonaron lejos y, una vez solos, fueron víctimas de los moros, especialistas en aquellas bárbaras matanzas; de esta forma de reconstruir la historia del santo se hace eco el Martirologio Romano actual. Los cadáveres mutilados se trasladaron a Lérins y se afirma que, durante el traslado, se obraron muchos milagros. Poco tiempo después, surgió una disputa entre los monasterios de Lérins y Fleury, sobre la posesión de los restos mortales de san Aigulfo. De acuerdo con una biografía de este santo, escrita por un monje de Fleury hacia el año de 850, Aigulfo era el jefe de un grupo de monjes de Fleury y de Le Mans que el abad Mommolus, de Fleury, envió a Italia para recuperar las reliquias de san Benito, de manos de los lombardos. Los detalles de este asunto y el lugar o los lugares de descanso de los restos de san Benito, no son asuntos que nos conciernan aquí. Basta con indicar que, casi seguramente, este san Aigulfo no tuvo nada que ver con él.
Un relato en tono lírico sobre la vida del santo, fue escrito por Adrevaldo, un monje de Fleury que vivió dos siglos después. Ese escrito es poco digno de confianza. Los bolandistas lo imprimieron en Acta Sanctorum, septiembre, vol. I, junto con una narración más corta que, según los bolandistas, es más antigua y más digna de crédito. Ver también a H. Moris, en L'Abbaye de Lérins (1909) y Dictionnaire d'Histoire et de Géographie ecclésiastiques, vol. I, cc. 1141-1142.