Había nacido en Phu-Nai, en el Tonkin occidental, y había optado en su juventud por enrolarse en el ejército del gobernador. Éste primero toleró a los cristianos, pero luego se avino a las leyes persecutorias y mandó a Domingo y demás soldados cristianos que apostatasen. Domingo y dos más, Agustín y Nicolás, se negaron. Los demás apostataron. Torturados, resistieron firmes en la fe, pero fueron drogados posteriormente y pisotearon la cruz, por lo que fueron declarados apóstatas y dejados libres, y se les entregó un dinero para que volviesen a sus pueblos. Los tres jóvenes, sin embargo, cuando se les pasó el efecto de la droga, volvieron a afirmar su fe ante el gobernador, que con nuevas torturas no logró su apostasía. En vista de ello los envió a sus respectivos pueblos, insistiendo ante las autoridades locales en que los tuvieran por apóstatas. Decidieron entonces ir a Hué a entregar personalmente al emperador el testimonio de su fe. Pero los padres de Domingo lo retuvieron y no pudo ir a Hué. Aquí sus compañeros fueron martirizados. Domingo insistía en proclamar su fe, y ello le valió nuevo arresto. Llevado a Nam-Dinh, se le sentenció a muerte, y cuando llegó la confirmación de la sentencia fue decapitado el 18 de julio de 1839. Fue canonizado el 19 de julio de 1988 por Juan Pablo II.