Santa Tomáide, mártir de Alejandría de Egipto, es recordada en los sinaxarios bizantinos que nos trasladan un largo elogio, rico de detalles, perfilando una suerte de María Goretti de otros tiempos, uno de los tantos ejemplos de jóvenes cristianas que han preferido la muerte a entregar la integridad de su virginidad.
Nacida en Alejandría, fue dada por esposa a un pescador, pero el padrastro de ella era presa de una impura pasión y trató de seducirla. La santa se opuso con firmeza de ánimo y con toda su fuerza, y entonces el cortejante la golpeó con la espada, seccionándola en dos, y provocando la muerte. Era el año 476.
El viejo, vuelto ciego, confesó el delito y fue decapitado. La noticia del glorioso martirio de Tomáide se difundió en seguida por los alrededores de Alejandría, y el abad Daniel hizo sepultar el cuerpo de la santa en el cementerio de los monjes. Seguidamente las reliquias fueron trasladadas a Constantinopla. El aceite de las lámparas que ardían sobre su tumba fue utilizado como remedio contra las tentaciones de la carne.
Traducido para ETF de un artículo de Fabio Arduino.