No por casualidad la ciudad lleva ese nombre: tiene relación con la santa que celebramos hoy, Tigris (llamada a veces Tecla).
Nativa de Valloires, un pequeño pueblo de Mauirenne, emprendió con su hermana Pigmenia un largo peregrinaje a Tierra Santa y Alejandría, donde entró en contacto con diversas experiencias de vida eremítica. De regreso a su patria, no se limitó a importar a los Alpes de Saboya el estilo de vida singular que había aprendido, sino que de Alejandría trajo de regalo una preciosa reliquia: tres dedos del precursor de Cristo, san Juan Bautista, que fueron también el origen del símbolo de la ciudad, que representa una mano levantada para bendecir en plata sobre fondo azul claro.
El antiguo pueblo de Maurienne recibió el nombre de Saint-Jean-de-Maurienne, fue promovido por el rey san Gontrán al rango de obispado, y se convirtió mucho más tarde en la verdadera capital del primer feudo de Saboya.
Santa Tigris se propuso promover del culto de San Juan en Saboya, dándose a la vida eremítica, y abandonando las pocas posesiones que le quedaban. Según parece, únicamente interrumpía su soledad para ir a misa. Desafortunadamente, no podemos saber si vivió mucho tiempo, pero su existencia se ve, sin embargo, históricamente fundamentada, y referible al siglo VI.
Traducido, con escasos cambios, de un artículo de Fabio Arduino. Ver en Acta Sanctorum, junio V, pág. 72, lo que se conserva sobre la santa. La imagen muestra el actual relicario donde se conservan las reliquias de san Juan Bautista traídas por santa Tigris.