La leyenda de santa Susana cuenta que era hija de un sabio sacerdote llamado Gabino y sobrina del papa san Cayo. Era tan encantadora como bella y su erudición igualaba a la de su padre. El emperador Diocleciano, que buscaba esposa para su hijastro Maximiano, oyó tantas alabanzas de Susana, que mandó a Claudio, un tío de la joven que trabajaba en la corte, a decir a Gabino que quería casar a Susana con Maximiano. Pero, en cuanto Susana se enteró del honor con que la distinguía el emperador, declaró que era esposa de Cristo y que no podía aceptar otro marido. Su tío Claudio fue, sin embargo, a visitarla y la saludó con un beso y, al ver que Susana se resistía a aceptarlo, le explicó que se trataba de una simple muestra de afecto. La joven replicó: «Lo que me repugna no es el beso sino tu boca, profanada por los sacrificios a los ídolos». Claudio le preguntó: «¿Cómo puedo limpiar mi boca?» «Arrepiéntete y recibe el bautismo», fue la respuesta.
La actitud de Susana en el asunto del matrimonio con Maximiano, impresionó tanto a Claudio, que se instruyó y recibió el bautismo, junto con su esposa, Prepedigna, y sus dos hijos. En seguida, puso en libertad a sus esclavos y repartió sus bienes entre los pobres. Como Claudio no volviese a la corte, Diocleciano envió a su hermano Máximo, otro cortesano, a averiguar la respuesta de Susana y a preguntar por la salud de Claudio, a quien creía enfermo. Máximo encontró a Claudio muy consumido por las penitencias, y éste le comunicó la decisión de Susana. Ambos fueron juntos a visitar a la joven y, después, discutieron el asunto con Gabino y el papa san Cayo. Los cuatro hermanos comprendieron que no tenían derecho a apartar a Susana de su vocación, a pesar del peligro en que ello ponía a toda la familia. Máximo recibió también el bautismo y repartió sus bienes a los pobres. Cuando Diocleciano se enteró de la decisión de Susana y de la conversión de los dos hermanos, montó en cólera y dio permiso a uno de sus favoritos, llamado Julián, quien quería vengarse de ellos, de arrestar a todos los miembros de la familia y hacer de ellos lo que quisiese. Temiendo tal vez que Diocleciano se arrepintiera, Julián mandó trasladar inmediatamente a Máximo y Claudio y a la esposa y los hijos de este último a Cumas, donde los quemó vivos y ordenó que sus cenizas fuesen arrojadas al mar. Santa Susana y su padre fueron decapitados en su propia casa.
Según parece, la leyenda es una pura invención, pero hay en ella ciertos elementos históricos bastante curiosos. Se cree que el primitivo Martirologio Jeronimiano conmemoraba el triunfo de santa Susana en la forma siguiente: «En Roma, en las 'Dos Casas', junto a las termas de Diocleciano, el nacimiento para el cielo de Santa Susana». Estos datos, tan breves, son fidedignos, pero probablemente se deriva de ellos la leyenda de las dos casas de Gabino y de san Cayo. Mons. Duchesne reconstruyó con extraordinaria habilidad y paciencia toda la evolución de la leyenda de santa Susana y sus tíos. Los datos topográficos son exactos, en cierto sentido; pero fueron tomados de un texto erróneo de la primera recensión del Hieronymianum. El pomposo nombre de Prepedigna está impuesto de la segunda parte del nombre de una mártir, Euprepe y de la primera parte del nombre del sitio de su martirio, Dinogetia, que mal escrito dio por resultado Dignae Cotiae.
Duchesne alega algunas razones que le hacen pensar que la Passio Susannae fue compuesta hacia el año 500. Ver su artículo en Mélanges d´archéologie et d´histoire, vol. XXXVI (1916), pp. 27-42; y cf. P. Franchi de Cavalieri, Note Agiografiche, vol. VII (1928), pp. 184-202; Lanzoni, I títoli presviterali di Roma (1925), pp. 34-50; y Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, p. 435.